El Señor del caos by Jonathan Rabb

El Señor del caos by Jonathan Rabb

autor:Jonathan Rabb
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga
publicado: 1998-08-09T22:00:00+00:00


—Suelte el arma o me veré obligado a disparar al pecho del doctor Jaspers.

El tono de Ganz era sosegado, y ni su voz ni sus movimientos denotaban sus setenta y tantos años. Xander se quedó callado escuchando el ruido del arma de Ferie al caer sobre la alfombra. Ganz dio un paso al costado, con los ojos fijos en los dos hombres, extendió el brazo para encender una lámpara y todos parpadearon unos instantes ante la súbita invasión de luz. Ganz miraba apreciativamente a Xander, con una expresión afable, hasta cálida, en sus ojos azules, una expresión que resultaba incongruente dadas las circunstancias.

—¿Quién es? —preguntó Ganz.

Xander tardó un instante en comprender que la pregunta iba dirigida a él, y por instinto se volvió y miró a Ferie para proceder a describir al agente. Al primer asomo de movimiento, Ganz lo detuvo.

—No se mueva, por favor. Se lo preguntaré de nuevo: ¿quién es él, doctor?

Xander resopló, apenas podía tragar la saliva por el nudo que se le había hecho en la garganta. Sus palabras sonaron ahogadas, entrecortadas, mientras un acceso de náusea húmeda le subía del estómago, y él seguía con la vista clavada en el revólver.

—Soy Bruno Ferie. Hemos venido por el manuscrito.

La respuesta resonó a sus espaldas.

—Tengo muchos manuscritos —contestó Ganz, con voz monocorde, y empuñando el arma con mano firme—. Su nombre no me resulta familiar, Herr Ferie. ¿Qué relación tiene con el doctor Jaspers?

—Nos hemos conocido recientemente.

—No sabía que el doctor se relacionara con individuos que van armados.

—Entonces quizá tendría que cuestionarse su propia relación con él.

—No se pase de listo. —Ganz no dio muestras de emoción alguna—. Este revólver es una mera arma defensiva.

Las voces de dos personas de habla alemana conversando en inglés acabó por sacar a Xander de su estupor.

—Me está ayudando —terció—. No me di cuenta de que había sacado un arma.

—Aléjese de mi escritorio, Herr Ferie —prosiguió Ganz, decidiendo hacer caso omiso de Xander—. Siéntense en las dos sillas junto a la chimenea... por favor, caballeros.

Lentamente, Xander y Ferie se desplazaron entre las pilas de libros que llenaban el suelo, cuidando de mantener las manos a la vista. Por su parte, Ganz se arqueó detrás del escritorio, para encender una lámpara con pantalla orlada que reposaba sobre el cartapacio, sin apartar la mirada ni un instante del más bajo de los dos hombres. Los tres se sentaron al mismo tiempo; Ganz dio las primeras muestras de cansancio al dejar reposar por un momento el brazo sobre el borde del escritorio.

Ferie se movió en su asiento, lo que provocó en el viejo restaurador una súbita oleada de energía. Volvió a levantar el revólver y fijó la vista en las manos de Ferie.

—¿Estaba usted diciendo, doctor Jaspers? —preguntó.

—Emil, enviaron a este hombre para protegerme.

—¿Y por qué necesita protección un erudito especialista en el siglo XVI? Su trabajo siempre ha sido interesante, pero convengamos que no es peligroso.

—No es mi trabajo lo que resulta peligroso, y usted lo sabe. —La voz de Xander había recobrado un cierto vigor—.



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