El retrato de rose madder by Stephen King

El retrato de rose madder by Stephen King

autor:Stephen King [King, Stephen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 2011-01-20T21:22:28+00:00


7

Al cabo de cinco minutos llegó al final del sendero, que se abría a un claro perfectamente redondo en cuyo centro se hallaba el único ser vivo de toda aquella desolación. Se trataba del árbol más hermoso que Rosie había visto en su vida, y por unos instantes olvidó respirar. Había asistido diligentemente a las clases de la Escuela Dominical Metodista de Aubreyville; recordaba la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén, y creía que si realmente había existido el Árbol del Bien y el Mal, sin duda había tenido el mismo aspecto que éste. Estaba cubierto de una espesa manta de hojas largas y estrechas de color verde brillante, y sus ramas pendían hacia el suelo por el peso de los abundantes frutos granates. Las frutas caídas rodeaban el árbol en un montículo rojo violáceo que casaba a la perfección con el matiz del vestido corto que llevaba la mujer a la que Rosie no se había atrevido a mirar. Muchas de aquellas frutas seguían frescas y gordezuelas; lo más probable era que hubieran caído durante la tormenta que acababa de alejarse. Incluso las piezas podridas tenían un aspecto irresistiblemente dulce; la boca de Rosie se contrajo de placer con la idea de recoger una de las frutas y morderla. Imaginó el sabor áspero y dulce a un tiempo, como el riubarbo cogido a primera hora de la mañana o las frambuesas seleccionadas un día antes de alcanzar la madurez perfecta. Mientras contemplaba el árbol, una de aquellas frutas (a los ojos de Rosie no se parecían en nada a las granadas) cayó de una rama sobrecargada, chocó contra el suelo y se abrió en varios pliegues de color rojo violáceo. Rosie vio las semillas esparcidas en los jugos.

Rosie avanzó un paso hacia el árbol y se detuvo. Seguía debatiéndose entre. dos polos. Por una parte, su mente creía que todo aquello tenía que ser un sueño, pero su cuerpo aseguraba con la misma firmeza que no podía ser, que nadie había tenido jamás un sueño tan vívido. Y ahora, como una brújula perturbada y atrapada en un paisaje demasiado atestado de minerales, Rosie oscilaba entre las teorías del sueño y la realidad. A la izquierda del árbol se abría lo que parecía una boca de metro. Escalones anchos y blancos conducían a las tinieblas. Sobre ellos se alzaba un plinto de alabastro sobre el que se veía una sola palabra esculpida: LABERINTO.

De verdad, esto es demasiado, pensó Rosie, pero pese a todo se acercó al árbol. Si aquello era un sueño no pasaría nada por seguir las instrucciones; a lo mejor incluso lograba adelantar el momento en que por fin se despertaría en su propia cama, alargando el brazo hacia el despertador, esperando silenciar su chillido moralista antes de que le abriese la cabeza. ¡Cómo le habría gustado escuchar ahora ese chillido! Tenía frío, los pies sucios, una rama se le había enredado en la pierna y había pasado junto a un muchacho de piedra



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