El restaurador de arte by Julian Sanchez

El restaurador de arte by Julian Sanchez

autor:Julian Sanchez [Sanchez, Julian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Aventuras
publicado: 2013-04-30T22:00:00+00:00


40

Bety consiguió dejar el trabajo encarrilado dos días después. Se había multiplicado para lograrlo porque deseaba compartir la investigación de Enrique, pero no quería delegar en su ayudante Ana más que cuestiones secundarias del museo, pues, al fin y al cabo, se trataba de su responsabilidad directa. Por eso, cuando supo que la exposición iba a quedar perfectamente recogida en la prensa, abandonó el despacho y se encaminó a la biblioteca.

Enrique no estaba allí.

En los tres días anteriores solo mantuvieron contacto vía SMS, y en todo caso las respuestas de Enrique a las escuetas preguntas de Bety fueron negativas: no había novedades que contar. No es que dudara de su habilidad para indagar en los archivos, pero Bety creía que de haber compartido la tarea ya habrían tenido éxito. Mandó un nuevo mensaje: «¿Dónde estás?» La respuesta, casi inmediata: «Abajo, en el archivo».

El archivo del museo también se había visto afectado por la reforma: ahora gozaba de un excelente espacio y un altísimo nivel de protección para sus documentos. Estaba situado en un extremo de la planta baja, en el nuevo edificio. Bety apenas lo había pisado en un par de ocasiones. Atravesó la puerta de acceso y pudo ver a Enrique sentado al fondo, con varias cajas de transferencia abiertas a su lado, la tableta encendida y un buen número de documentos sobre la mesa. Estaba tan concentrado en la tarea que no percibió su llegada; pero cuando Bety le habló no pareció sorprendido por su presencia.

—¿Qué tal va todo?

—Aquí lo tienes. Esto es lo que tu amigo Bruckner encontró en los archivos: facturas de un viaje de Sert a San Sebastián en 1944, un año antes de su muerte. Gastos de restaurantes y de alguna otra tienda, todos ellos cargados al museo San Telmo.

—Déjamelos ver.

Enrique le cedió la silla, señalando las facturas. Allí estaban, y no dejaban lugar a dudas. Bety las examinó con atención, memorizando los detalles: las fechas eran correlativas, en todas ellas constaba la palabra Sert y todas estaban validadas por J.A.

—Buen trabajo, Enrique. Pero ¿qué significan?

—Ni idea. ¡No son más que unas simples notas de gastos! Solo puedo decirte que tenemos en nuestras manos el punto de partida de la investigación de Bruckner. Y una cosita más.

—¿De qué se trata?

—No están registradas en la contabilidad.

—Pero, entonces, si no están registradas, ¿por qué están en el archivo?

—Tengo una posible explicación. He consultado todos los libros de gastos de la época, y debo decirte que la contabilidad se llevaba de una manera bastante escrupulosa. ¡Están recogidos absolutamente todos los gastos! Como la titularidad del museo era municipal, las cuentas estaban sujetas al control del ayuntamiento.

—Sí, así es también hoy día.

—Bien, verás: la suma de los gastos de las cinco facturas es de 489 pesetas de la época. Y, si te fijas aquí, en el libro de gastos de 1944 podrás ver que existe una partida que consta como «VARIOS» donde se recoge esa misma cantidad.

—A veces resulta cómodo consignar una serie de gastos relacionados de forma conjunta, no veo nada de particular.



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