El quebrantahuesos by Blas Ruiz Grau

El quebrantahuesos by Blas Ruiz Grau

autor:Blas Ruiz Grau [Blas Ruiz Grau]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788466673617
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-01-26T00:00:00+00:00


26

Miércoles, 8 de mayo de 2019. 14.55 horas. Caedes (Madrid)

De nuevo, la sensación.

No la mala, no era eso que le comía por dentro. Esto, por suerte, estaba quedando en un completo segundo plano. La otra sensación.

La que le inyectaba sangre en las venas. La que le hacía sentirse bien. La que no quería dejar escapar bajo ningún concepto.

Era extraño. Si hace algunos días la Voz le hubiera dicho que estaría donde estaba ahora, él sin duda habría dado por finalizadas sus conversaciones por miedo a ser descubierto. Hubiera pensado que era una temeridad, un sinsentido que no estaba dispuesto a correr por temor a las represalias. Ahora ese miedo se había esfumado. O se había transformado en otra cosa que ni él mismo sabía definir. Le gustaba.

Vaya que si le gustaba.

Lo que no se esperaba fue que la Voz estuviera tan receptiva con ese viro en su proceder. Parecía satisfecha con lo propuesto, y eso lo descolocó, para qué mentir. Estaba claro que solo lo conseguirían permaneciendo unidos, aunque el camino sería escabroso.

Eso sí, mucho más emocionante.

En esas estaba ahora. Listo para un nuevo movimiento en la partida. Todavía no era el jaque, aunque ya llevaba un buen rato haciendo la broma mental de que sí sería un mate.

Comprobó que todo estuviera en su sitio.

El doble par de guantes de nitrilo.

Las calzas para las zapatillas.

La ropa negra recién lavada, secada y sin posibilidad de que hubiera algún rastro en ella que pudiera dejar sobre la escena.

El gorro de ducha cubriéndole la cabeza.

La mascarilla quirúrgica tapando nariz y boca.

El pasamontañas.

La jeringuilla en la mano.

La cantidad exacta de pentobarbital dentro.

Miró otra vez a izquierda y derecha para comprobar que no había nadie. De nuevo dio gracias a que la gente de ese pueblo fuera tan previsible y que a esa hora no hubiera una sola alma por la calle. Todos en casita comiendo. Pero ella no, el colmo de la rutina. Llevaba varios días observando sus movimientos y siempre pasaba por ahí, a la misma hora, por la misma calle.

Aguardó unos segundos con una excitación impropia de alguien que tiene ansia de sangre. Porque él imaginaba que siempre sería como al principio. Con nervios, con dudas, con miedo a que le descubrieran. Lo último no es que se hubiera esfumado, solo que ahora le servía como estímulo, no como freno.

Miró el reloj.

Se acercaba la hora marcada a fuego en su mente.

En muy pocos minutos la vería aparecer por la calle.

Y entonces la partida se pondría mucho más interesante.



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