El psiquiatra de sueños lúcidos by M. Martínez

El psiquiatra de sueños lúcidos by M. Martínez

autor:M. Martínez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial, Novela, Intriga
publicado: 2017-01-18T23:00:00+00:00


Capítulo XXXIII

Guardé el iPhone en mi bolsillo y, tras exhalar un suspiro, me contuve de dar un golpe en la mesa. Al final iba a resultar que el precipitado viaje nos serviría para poco más que mantener a Aarón e Iván cerca de nosotros, tal como ya le hice saber a Rozas, al menos durante las primeras horas, cruciales frente a cualquier caso de desaparición.

Arenas permanecía en silencio, escudriñándome con la mirada, con ambos brazos tras el escritorio. De pronto se recolocó las gafas de ver, al tiempo que se recostaba en el asiento, y al tiempo que yo hacía lo imposible por apartar de mi cabeza la imagen de Ana, de la fotografía que acaba de mostrarle.

Advertí su intención de hablar.

—Me consta que Baptiste, Aarón para usted, les ha informado que mi labor actual no es tanto como cardiólogo sino como psiquiatra, más concretamente, especialista en casos de shock post-traumático; por lo que me hago cargo de la situación en la que se encuentra y de cómo debe de estar influyéndole en su estado anímico, así como las fases por las cuales pasará: desde la negación hasta la aceptación y resolución de la misma. Decirle que recientemente he inaugurado una consulta online, vía chat y telefónica, por medio de la cual atiendo dentro del horario establecido. Le transmito mi más sincero ofrecimiento de que, ante cualquier atención que pueda precisar, no dude en contactar conmigo. Si bien mi deseo es que encuentren a su mujer a la mayor brevedad posible.

Tal como terminó de hablar, me perdí en un impreciso ángulo del escritorio, con el fin de evitar mostrar síntomas de flaqueza, tanto menos de derrumbarme ante él anegando mis ojos de lágrimas. Llorar hasta casi perder el conocimiento, y deshacer el nudo que constreñía algún punto de mi garganta desde hacía ya demasiadas horas. Pero lejos de caer en picado, me elevé de la silla, entretanto Arenas hacía lo propio rodeando el escritorio hasta detenerse frente a mí. Extendió el brazo, gesto que correspondí con un apretón de manos que se prolongó más de lo deseado tras entrelazar su otra mano a un costado, efectuando rápidos movimientos de arriba hacia abajo, en un claro ademán de reafirmar sus palabras sino de establecer una alianza entre nosotros.

—Por favor, Fausto, no desestime mi oferta. Cuente conmigo para lo que necesite.

Asentí a la vez que ponía fin a mi gesto de correspondencia. Él prendió una tarjeta de visita que aparecía junto a otro montón sobre el escritorio. Tras echarle una rápida ojeada, la guardé en el bolsillo y le di las gracias.

En la sala de espera, un joven ataviado con un jersey, pese a hallarnos a finales de junio y arremeter un calor desproporcionado, y unas enormes gafas de ver de pasta negra, de cabello graso y enmarañado, esperaba su turno cabizbajo, acodado sobre sus rodillas. Sentado al lado de Aarón, su aspecto despertaba mayor inquietud todavía. Todos se pusieron en pie menos él, el joven de enormes gafas de ver de



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