El pensamiento conspiranoico by Noel Ceballos

El pensamiento conspiranoico by Noel Ceballos

autor:Noel Ceballos [Ceballos, Noel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2021-06-15T16:00:00+00:00


PRÓLOGO: LOS ROBBER BARONS

Se conoce con este nombre al pequeño grupúsculo de magnates industriales norteamericanos que, a mediados del siglo XIX, llegaron a la cúspide de la pirámide económica a través de prácticas consideradas poco o nada éticas, cuando no directamente abusivas (con el medioambiente, con el mercado de valores, con el libre comercio, etc.). Hablamos de los magnates de su era, gente como John D. Rockefeller, Andrew Carnegie o Cornelias Vanderbilt, brillantemente descritos por el documentalista británico Adam Curtis en los siguientes términos: «Hombres que usaban nuevas tecnologías, como los ferrocarriles o los sistemas financieros globales, para hacerse más ricos de lo que nadie había sido en la historia»[2].

Rockefeller es un buen ejemplo: su colosal Standard Oil of America no solo controlaba el 90 % de la industria petrolera, sino también las vías (de tren) necesarias para transportar ese petróleo por todo el país. Su colega Henry Clay Frick, «el hombre más odiado de América», fue uno de los nombres clave en la fundación de la United States Steel Corporation, más conocida como US Steel. Cuando su asociación con Carnegie, otra figura prominente en el metal, se vio afectada por una huelga convocada por el principal sindicato de trabajadores, Frick ordenó construir —⁠mientras aún se estaban llevando a cabo las negociaciones preliminares⁠— una valla rematada con alambre de púas alrededor de la fábrica. ¿No querían encerrarse dentro a modo de protesta? Pues ya tenían su deseo cumplido. Después solo hubo que contratar a unos trescientos agentes de la Pinkerton, armarlos con rifles y dejar que se colaran en la fortificación para acabar las cosas a la manera del señor Frick. La huelga de Homestead se saldó con diez muertos y setenta heridos.

Henry Clay Frick sacó una conclusión muy clara de todo aquel embrollo: «El inmigrante, por muy iletrado o ignorante que sea, siempre aprende demasiado rápido»[3]. Por tanto, lo que hizo a partir de entonces fue enfrentar a diferentes grupos de inmigrantes entre sí: si los italianos se querían sindicar, simplemente tenía que prometerles mejores condiciones a los rumanos a cambio de que se librasen de ellos (no es necesario, lector, que especifique lo que les ocurrió un par de años después a los rumanos). Pero todo estaba bien, ya que el líder de facto de los robber barons, el banquero y monarca de Wall Street J. P. Morgan, dio con la forma legal precisa para justificar sus grotescos monopolios: el trust, pieza clave de la Segunda Revolución Industrial, avanzada a nivel teórico por Thomas Carlyle en su libro Past and Present (1843), pero puesta en práctica por primera vez con la Standard Oil de Rockefeller. La jerarquía vertical de un trust no se utilizaba únicamente para acumular poder en manos de una única operación, sino que su maquinaria bien engrasada también se encargaba, por ejemplo, de sobornar a políticos y policías. La imagen mental que mejor lo describiría sería la de un pulpo y, por eso, el novelista Frank Norris se valió de ella a la hora de escribir The



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