El oso y el dragon 1 by Tom Clancy

El oso y el dragon 1 by Tom Clancy

autor:Tom Clancy [Clancy, Tom]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Roman
publicado: 2011-01-20T21:20:51+00:00


Si para algo servía un cigarrillo, era para esto, pensó Nomuri. Con su brazo izquierdo alrededor de Ming, sus cuerpos apretados, la mirada fija en el techo, saboreando la relajación del momento con suaves caladas a su Kool, escuchando la respiración de Ming y sintiéndose como un hombre. El cielo estaba oscuro tras las ventanas. Se había puesto el sol.

Nomuri se levantó de la cama, se dirigió primero al baño y luego a la cocina. Regresó con dos copas de vino. Ming se incorporó y tomó un sorbo de la suya. Por su parte, Nomuri no pudo resistir la tentación de extender la mano para acariciarla; su piel era tan suave y tentadora…

–Todavía no me funciona el cerebro -dijo Ming, después del tercer trago.

–Cariño, hay momentos en que los hombres y las mujeres no necesitan el cerebro.

–Tu salchicha no lo necesita -respondió ella, al tiempo que bajaba la mano para acariciársela.

–¡Cuidado, niña! ¡Ha participado en una carrera larga y dura! – sonrió para sí el agente de la CIA.

–No me cabe la menor duda -dijo Ming, agachándose para besarla suavemente-. Y ha ganado la carrera.

–No, pero ha logrado alcanzarte -respondió Nomuri, mientras encendía otro cigarrillo.

Entonces le sorprendió comprobar que Ming metía la mano en el bolso, sacaba también un cigarrillo, lo encendía elegantemente, daba una prolongada calada y por fin expulsaba el humo por la nariz.

–¡La dragona! – exclamó Nomuri con una carcajada-. ¿Van a salir llamas a continuación? No sabía que fumaras.

–Todo el mundo fuma en la oficina.

–¿Incluso el ministro?

–Especialmente el ministro -respondió con una carcajada.

–Alguien debería decirle que fumar es perjudicial para la salud y pernicioso para el yang.

–Una salchicha ahumada pierde rigidez -dijo Ming, con otra carcajada-. Puede que éste sea su problema.

–¿No te gusta tu ministro?

–Es un viejo con lo que él cree que es un pene joven. Utiliza al personal de la oficina como prostíbulo privado. Pero podría ser peor -reconoció Ming-. Ha pasado mucho tiempo desde que yo era su favorita. Últimamente se ha obsesionado con Chai, que está comprometida, y Fang lo sabe. Eso no es una conducta civilizada por parte de un ministro decano.

–¿Las leyes no son aplicables a él?

Ming refunfuñó casi con asco.

–Las leyes no son aplicables a ninguno de ellos, Nomuri-san, hablamos de ministros del gobierno. Ellos sol la ley en este país y poco les importa lo que otros piensen de ellos y de sus costumbres, que, en cualquier caso, no muchos conocen. Su nivel de corrupción avergonzaría a los antiguos emperadores y dicen ser los protectores de la gente común, de los campesinos y los obreros, a los que aseguran querer como a sus propios hijos. Supongo que a veces yo soy una de esas campesinas, ¿no te parece?

–Creía que te gustaba tu ministro -respondió Nomuri, incitándola a que prosiguiera-. ¿De qué habla?

–¿A qué te refieres?

–El trabajo extra que te ha impedido llegar antes -sonrió Nomuri, señalando las sábanas con un ademán.

–Conversaciones entre ministros. Redacta un extenso diario político personal. Si el presidente pretendiera sustituirlo, ésa sería la



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