El misterio del solitario by Jostein Gaarder

El misterio del solitario by Jostein Gaarder

autor:Jostein Gaarder [Gaarder, Jostein]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1990-04-23T04:00:00+00:00


REINA DE TRÉBOLES

… al menos podría haber firmado su obra

maestra antes de desaparecer…

Lo primero que hizo mi viejo al desembarcar en el Peloponeso, fue comprar un número de la misma revista para mujeres que su tía había comprado en Creta.

Nos sentamos en una terraza del puerto y pedimos dos desayunos. Mientras esperábamos el café, el zumo y el insulso pan tostado con una cucharadita de mermelada de cereza aguada, comenzamos a hojear la revista.

—¡Caray! —exclamó de repente.

Me enseñó una foto a toda página de mamá. No estaba tan desnuda como las mujeres de la baraja que mi viejo había comprado en Verona, pero poco faltaba. Aunque mamá tenía una buena disculpa, ya que hacía publicidad de bañadores.

—Quizá demos con ella en Atenas —dijo mi viejo—. Pero va a resultar difícil llevárnosla a casa.

Debajo de la foto ponía algo, pero estaba escrito en griego, así que aparte de no entender el significado de las palabras, mi viejo tenía ciertos problemas con el alfabeto. Grecia aún no se ha preocupado por adoptar el modo europeo de escritura.

El desayuno ya estaba en la mesa, pero mi viejo aún no había tenido tiempo de probarlo, porque había cogido la revista y había empezado a preguntar a la gente que estaba sentada cerca si hablaba alemán o inglés. Al final tuvo suerte con unos jóvenes. Mi viejo les enseñó la foto de mamá y les pidió que tradujeran lo que ponía en letra pequeña. Los jóvenes me miraron, y todo el episodio resultó bastante penoso. Sólo esperaba que mi viejo no empezara a discutir con ellos y a decirles algo así como que estaban secuestrando a mujeres noruegas.

Mi viejo volvió con el nombre de una agencia de publicidad en Atenas.

—Nos estamos aproximando —dijo simplemente.

También había fotos de muchas otras mujeres en la revista, pero mi viejo sólo tenía interés por la foto de mamá. La separó con cuidado y tiró el resto de la revista en una papelera, más o menos como cuando tiraba una baraja totalmente nueva después de haberse quedado con el comodín.

El camino más corto a Atenas atravesaba la parte sur del gran golfo de Corinto y su famoso canal. Pero mi viejo nunca ha sido de los que cogen el camino más rápido si dando un rodeo se puede ver algo interesante.

Lo cierto era que tenía algo que preguntar al Oráculo de Delfos, lo que significaba tener que cruzar el golfo de Corinto con transbordador y luego llegar a Delfos, al norte de la bahía.

La travesía sólo duró media hora. Después de conducir unos veinte kilómetros, llegamos a una pequeña ciudad llamada Nafpaktos, donde nos paramos a tomar un café y un refresco en una plaza con vistas a un castillo.

Naturalmente, yo estaba pensando en lo que ocurriría cuando encontráramos a mamá en Atenas, pero también seguía obsesionado por lo que había leído en el libro del panecillo. No sabía cómo hablar con mi viejo de algunas de las cosas que me preocupaban, sin delatarme.

Mi viejo llamó al camarero para pedir la nota.



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