El músico by Enrique Gómez Medina

El músico by Enrique Gómez Medina

autor:Enrique Gómez Medina
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
publicado: 2019-07-17T22:00:00+00:00


***

La casa estaba en silencio. Hacía rato que Mar se había retirado a su dormitorio, casi en cuanto terminaron de cenar. Sabía que Rodrigo y Melón necesitaban hablar un rato a solas. Se metieron en la cocina y entornaron la puerta.

—¿Queda alguien en el pueblo? —preguntó Rodrigo mientras movía una de las baldosas de la pared. La levantó, descubriendo un pequeño hueco. Dentro había una caja, de la que sacó un generoso fajo de billetes.

Melón sacudió la cabeza.

—No. Indalecio murió este invierno, y a Sebastián y María se los llevaron sus hijos. Creo que a una residencia. No queda ni Dios.

—Mejor.

—Mejor.

—¿Cómo te las apañas?

—De puta madre. Tengo cabras y unas gallinas, el huerto y un buen congelador. Hago mi pan, mi queso… Bajo a San Miguel una vez al mes, como mucho.

—¿El invierno?

—Frío de cojones.

—Ya —Rodrigo recordaba los sabañones de sus manos, de bajar en bici al instituto, por muchos guantes que llevara.

—Bueno, a lo que vamos —dijo Melón levantándose.

Se dirigió al aparador y sacó del cajón inferior un tablero de juego y una caja, y los llevó en equilibrio hasta la mesa. Lo posó con cuidado. El fondo del tablero representaba un lugar tenebroso y ardiente, como el interior de un volcán. Sobre él se dibujaba una cuadrícula donde se repartían las piezas, unas figuritas metálicas fabricadas con todo detalle. Era una partida a medias.

Dos de las figuras representaban humanos; a pie, con capa y sin armas. El resto, casi una docena, eran monstruos. Les doblaban en altura, eran horribles mezclas de lo peor del reino animal aderezado con la oscura imaginación del escultor. Parecían enormes insectos, con caparazones, pinzas y aguijones, pero también con partes carnosas, escamas e hileras de dientes afilados.

Uno de ellos, el más cercano a los humanos, portaba un arpa.

Melón abrió la caja, rebuscó un poco y al fin sacó dos figuritas más. Eran dos humanos, los mismos personajes que ya estaban sobre el tablero, pero con un elemento más: un escudo. Con ceremonia, sustituyó las figuras anteriores por las nuevas.

—Ya tenemos el escudo —murmuró Rodrigo—, aunque esté un poco roto.

—Nos falta…

—La espada —dijo Rodrigo tomando su figurita entre los dedos y moviéndola en el aire, como si segara la cabeza del monstruo del arpa.



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