El libro de la vida by Deborah Harkness

El libro de la vida by Deborah Harkness

autor:Deborah Harkness [Harkness, Deborah]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-06-09T04:00:00+00:00


Matthew se dirigió hacia el noroeste y salió de la ciudad con Diana a su lado. Conducía muy rápido, algo nada habitual en él, y en menos de quince minutos ya estaban en un solitario camino pegado al pie de las cumbres que los lugareños conocían como El Gigante Dormido. Se detuvo en una oscura entrada para coches y apagó el motor. Se encendió la luz de un porche y un anciano les escrutó en la oscuridad.

—¿Es usted, señor Clairmont? —La voz del hombre era un frágil hilo, pero en su mirada aún había una inteligencia aguda.

—Sí, soy yo, señor Phelps —contestó Matthew asintiendo. Rodeó el coche y ayudó a Diana a bajar—. Mi esposa y yo vamos a subir a la cabaña.

—Encantado de conocerla, señora —saludó Phelps tocándose la frente con la mano—. El señorito Gallowglass me avisó de que tal vez vendría a ver cómo estaba todo. Me dijo que no me preocupara si oía algo ahí fuera.

—Siento que le hayamos despertado —dijo Diana.

—Yo ya estoy viejo, señora Clairmont. Ya pego poco ojo. Digo yo que ya dormiré cuando esté muerto… —añadió el señor Phelps soltando una risa cascada—. Encontrarán todo lo que necesiten en la montaña.

—Gracias por cuidar del lugar —dijo Matthew.

—Es una tradición familiar —contestó el señor Phelps—. Encontrará el Ranger del señor Whitmore junto al cobertizo, si no quiere utilizar mi viejo Gator. No creo que a su esposa le apetezca subir andando hasta allá arriba. Las verjas del parque están cerradas, pero ya sabe usted cómo entrar. Que pasen buena noche.

El señor Phelps volvió adentro y la hoja de la puerta se cerró sobre el marco con un ruido seco de aluminio y malla metálica.

Matthew cogió a Diana por el codo y la dirigió hacia lo que parecía una mezcla de un carrito de golf con ruedas más gruesas de lo habitual y un buggy para ir por las dunas. La soltó el tiempo justo para rodear el vehículo y subirse.

La verja del parque estaba tan escondida que era casi invisible y el camino de tierra estaba sin iluminar ni señalizar, pero Matthew encontró ambos fácilmente. Condujo por varias curvas cerradas, subiendo a ritmo constante por la ladera de la montaña, junto al borde de un frondoso bosque, hasta que llegaron a un claro con una pequeña casa de madera ubicada bajo los árboles. Las luces estaban encendidas, lo que proporcionaba el ambiente dorado y acogedor de una cabaña de cuento de hadas.

Matthew detuvo el Ranger de Marcus y echó el freno de mano. Respiró hondo para absorber los olores nocturnos de los pinos de montaña y el rocío sobre la hierba. Abajo, el valle parecía desolado. Se preguntó si sería su estado de ánimo o la luz plateada de la luna lo que le daba un aspecto tan inhóspito.

—El terreno es irregular. No quiero que te caigas. —Matthew alargó la mano para que Diana se agarrara.

Ella le miró preocupada y luego puso su mano en la de él. Matthew estudió el horizonte, incapaz de dejar de buscar nuevas amenazas, y luego volvió a centrar su atención en el cielo.



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