El legado de Glenn Sturgeon by Jordi L. Monedero

autor:Jordi L. Monedero
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 2014-01-01T23:00:00+00:00

18

Norman Taylor había tomado una determinación; y no estaba dispuesto a echarse atrás, a pesar del temor que le infundía el hecho de desobedecer las normas.

Había dado por finalizada su investigación, y ultimaba los detalles para realizar la entrega de su trabajo, que tendría lugar al día siguiente en una discreta cafetería. Debía ser simplemente producto de la más pura casualidad que el cadáver del muchacho que había encontrado la policía también hubiese aparecido en una cafetería, pensaba Taylor mientras intentaba apartar de su mente aquella idea absurda e irracional. Pero pensar de aquel modo no contribuía en absoluto a que el biohacker controlase las reacciones de su sistema nervioso de una manera razonable y efectiva.

Había estado pasando a limpio el trabajo, y lo estaba imprimiendo para llevarlo a encuadernar a una copistería cercana. Además, también había tecleado en el ordenador un nuevo documento que contenía todas las ideas y anotaciones que habían surgido durante el prolongado período de investigación, y que le habían ayudado a llevar a buen puerto su proyecto. Cálculos, pruebas, fórmulas químicas y matemáticas y toda clase de notas conformaban un extenso dossier casi tan grueso como el legajo que estaba preparando para entregar a Michael Burns; sólo que éste no sería entregado a su enigmático contratante. Y tampoco las copias que imprimió del trabajo original.

El modo de proceder de Norman iba claramente orientado hacia dos frentes distintos; en primer lugar, una de las copias del trabajo original le sería remitida a Sanders por correo, acompañada de otra con las anotaciones del proyecto. Con toda seguridad le serían útiles a su amigo para ayudarle a acabar de desarrollar su parte de la investigación. Además, y para evitar posibles errores, le enviaría también ambos dossieres por correo electrónico.

En segundo lugar, las copias restantes pensaba guardarlas en casa, en lo más profundo del armario de su habitación. No era cuestión de dramatizar, pensaba, pero en tanto no entregase su trabajo y volviese a sentirse seguro después de romper toda relación con Burns y su supuesta empresa, aquellos folios de papel representaban una documentación que le suponía, a la postre, un valioso salvoconducto que podía muy bien salvarle el trasero si las cosas se ponían feas. Además, toda aquella información quedó también registrada en un CD a modo de copia de seguridad y en un pen—drive, por si acaso Burns se empeñaba en echar un vistazo al disco duro de su ordenador portátil para comprobar que Taylor estaba cumpliendo a rajatabla todas las premisas de confidencialidad acordadas previamente. Muy poco más podría hacer aquel tipo al respecto, a no ser que se empeñase en subir a casa del muchacho y efectuar un registro a fondo de la vivienda, cosa que ni él mismo ni por supuesto sus padres estarían dispuestos a tolerar. Se trataba de una idea absolutamente absurda, pensó.

Conforme avanzaba en los preparativos, Taylor recordó la última conversación en línea que había mantenido con Sanders. Precisamente fue él quien le había hecho considerar seriamente la idea de llevar a la práctica aquella serie de actuaciones.

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