El Horla y otros cuentos fantásticos by Guy de Maupassant

El Horla y otros cuentos fantásticos by Guy de Maupassant

autor:Guy de Maupassant [Maupassant, Guy de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


La cabellera[1]

La celda tenía las paredes desnudas, pintadas con cal. Una ventana estrecha y enrejada, abierta a gran altura para que no se pudiera alcanzar, iluminaba aquel cuarto, claro y siniestro; y el loco, sentado en una silla de paja, nos miraba con unos ojos fijos, vacíos y atormentados. Era muy delgado, con mejillas huecas y cabellos casi blancos que se adivinaban encanecidos en unos pocos meses. Sus ropas parecían demasiado anchas para sus miembros enjutos, para su pecho encogido y para su vientre hueco. Se veía bien que aquel hombre estaba destruido, carcomido por su pensamiento, por un Pensamiento, como una fruta por un gusano. Su Locura, su idea, estaba allí, en aquella cabeza, obstinada, hostigadora, devoradora. Se comía el cuerpo poco a poco. Ella, la Invisible, la Impalpable, la Inasequible, la Inmaterial Idea consumía su carne, bebía su sangre, apagaba su vida.

¡Qué misterio representaba aquel hombre aniquilado por un Sueño! ¡Aquel Poseso daba pena, miedo y lástima! ¿Qué extraño, espantoso y mortal sueño habitaba detrás de esa frente, que fruncía con profundas arrugas, constantemente en movimiento?

El médico me dijo:

—Tiene unos terribles arrebatos de furor; es uno de los dementes más peculiares que he visto. Padece una locura erótica y macabra. Es una especie de necrófilo. Además, ha escrito un diario en el que nos describe de la forma más clara del mundo la dolencia de su espíritu, y en el que, por así decirlo, su locura se hace palpable. Si le interesa, puede echar un vistazo a ese documento.

Seguí al doctor hasta su gabinete y me entregó el diario de aquel desdichado.

—Léalo, léalo —me dijo—, y ya me dirá su opinión.

Y esto es lo que contenía aquel cuaderno:

*

«Hasta los treinta y dos años viví tranquilo, sin amor. La vida me parecía muy sencilla, buena y fácil. Era rico. Me gustaban tantas cosas que ya no podía apasionarme por nada. ¡Es estupendo vivir! Me despertaba feliz cada día, dispuesto a hacer lo que más me gustaba, y me acostaba satisfecho, con la apacible esperanza de un mañana y de un futuro sin preocupaciones.

»Había tenido algunas amantes sin haber sentido nunca mi corazón enloquecido por el deseo o mi alma herida por el amor después de la posesión. Es estupendo vivir así. Es mejor amar, desde luego, pero es terrible. Los que aman como todo el mundo deben de experimentar una felicidad ardiente, acaso menor que la mía, porque el amor vino a mi encuentro de una manera increíble.

»Siendo rico como era, buscaba muebles antiguos y objetos viejos; y a menudo pensaba en las manos desconocidas que habían palpado aquellas cosas, en los ojos que las habían admirado, en los corazones que las habían amado, ¡porque las cosas se aman! A menudo permanecía horas y horas mirando un pequeño reloj del siglo pasado. Era tan bonito, tan precioso, con su esmalte y su oro cincelado. Y seguía funcionando como el día en que lo compró una mujer, encantada de poseer tan fina joya. No había dejado de latir, de vivir su vida mecánica, y seguía siempre con su tictac regular después de un siglo.



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