El Hombre inquieto by Mankell Henning

El Hombre inquieto by Mankell Henning

autor:Mankell, Henning [Mankell, Henning]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788483831809
editor: Spanish Pubs Llc
publicado: 2009-09-29T16:00:00+00:00


Capítulo 22

Wallander recogió el informe en la recepción de la comisaría. De camino a Höör, hizo algo que rara vez se permitía. Frenó en las afueras, al norte de Ystad, cogió a una autoestopista. Era una mujer de unos treinta años de larga melena morena y una mochila no demasiado grande colgada al hombro. Ignoraba por qué se había detenido, quizá por pura curiosidad. Con los años había visto disminuir el número de autoestopistas, que habían desaparecido prácticamente de los arcenes y los accesos a la ciudad. El reducido precio de los billetes de autobús y de avión dejó anticuada esta forma de viajar.

Él había hecho autoestop dos veces en su vida, a los diecisiete y a los dieciocho, cuando viajó por Europa, pese a que su padre se oponía rotundo a empresas tan aventuradas. En ambas ocasiones logró llegar a París y volver a casa. Aún conservaba en la memoria los momentos de desolada espera en arcenes encharcados, la mochila, demasiado pesada y a algunos conductores aburridos. Sin embargo, existían dos sucesos que habían permanecido intactos entre sus recuerdos. En una de las ocasiones, él se encontraba a las afueras de Gante, en Bélgica, llovía y apenas si le quedaba dinero para volver a casa. Entonces lo cogió un coche que lo llevó hasta Helsingborg. Jamás olvidó la sensación de felicidad que experimentó al ver que llegaría a Suecia de un solo golpe. El otro recuerdo también era de Bélgica. Un sábado por la noche, en esta ocasión camino de París, se quedó atascado en un pueblecito muy apartado del centro por pequeñas carreteras comarcales. Se había permitido el lujo de tomarse una sopa en un restaurante barato y emprendió el camino dispuesto a encontrar algún puente bajo el que pasar la noche. De repente, junto a la carretera, delante de un monumento, vio a un hombre que interpretaba a la trompeta un tristísimo toque de retreta. Wallander comprendió que tocaba en honor de todos los soldados caídos durante las dos grandes guerras. Fue un momento emocionante que jamás olvidó.

En cualquier caso, aquella mañana, a una hora tan temprana, había una mujer en el arcén, enseñando el pulgar. Se diría que acababa de salir de otra época. La mujer corrió hasta el coche cuando lo vio frenar y se sentó a su lado. Al parecer, se daba por satisfecha si la dejaba en Höör. Luego continuaría hasta Småland. Olía intensamente a perfume y parecía muy cansada. La joven se estiró la falda sobre las rodillas y Wallander entrevió un par de manchas de algún líquido. Apenas acababa de detener el coche y ya se estaba arrepintiendo. ¿Por qué había de montar en su coche a una completa desconocida? ¿De qué iba a hablar con ella? La mujer guardaba silencio, al igual que Wallander. De repente, a ella le sonó el móvil que llevaba en la mochila. Lo sacó, leyó la información que aparecía en la pantalla, pero no respondió.

—Son una molestia —comentó Wallander—. Me refiero a los teléfonos.

—Bueno, si no quieres, no tienes por qué contestar.



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