El hombre de las dos cabezas by Ada Coretti

El hombre de las dos cabezas by Ada Coretti

autor:Ada Coretti [Coretti, Ada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1975-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO X

La muchacha se había acostado tarde. No lo hizo antes, porque sabía que no iba a poder dormir. A esa hora, quizá aún le costase.

Pero no le costó tanto como se temía. Lo malo fue que se despertó antes de las tres de la madrugada, muy desvelada y también muy nerviosa.

Se incorporó en la cama. Miró a su alrededor, viendo que todo seguía igual. No, no había nadie allí. ¿Había sufrido la sensación de que no estaba sola en su dormitorio? Sí, tal vez se tratara de eso.

Iba a echarse de nuevo en la cama, cuando oyó un ruido en el pasillo. Un ruido extraño, que no pudo acertar a definir.

Se incorporó de nuevo, y luego se puso en pie, viendo su imagen reflejada en el espejo del armario. Una imagen que temblaba, en medio de un bonito pijama.

Poco a poco, entreabrió la puerta. Con precaución, con sigilo. Para que nadie la viera.

De pronto, Jessica quedó espantada, horrorizada, despavorida. Por mucho que se diga es quedarse corta.

Aquella puerta que acababa de entreabrir, no daba a ningún pasillo. Daba a un bosque, que a lo lejos parecía hacerse más denso, más tupido.

—No es posible… —murmuró, y los dientes empezaron a castañetearle, dándose unos contra otros.

De un modo irresistible, se vio impulsada hacia adelante. Avanzó varios metros.

Pero se dio cuenta de lo oscuras que eran las sombras de la noche y quiso retroceder. Sin embargo, el trecho ya recorrido quedaba tan tenebrosamente negro, que prefirió seguir avanzando. Por allí, al menos, veía un par de esperanzadoras luces…

Pero conforme iba avanzando, los pies, las piernas, y el borde del pijama, se le iban enganchando cada vez más entre la maleza que había por el suelo.

Jessica recordó la pesadilla que tuvo en el autocar, Pero ella sabía que AHORA no era ninguna pesadilla.

Se agachó, para anudarse con las manos a despegarse las ramas de los tobillos. ¡Eran serpientes! ¡Asquerosas serpientes, que sé le enroscaban a los7 tobillos, que le subían por las piernas!

Gritó desesperadamente, gritó hasta enronquecer su garganta. Hasta sentir que le dolía.

En eso vio un riachuelo. Cruzaba no muy lejos de allí. Llegaba hasta sus oídos el rumor de sus aguas.

Corrió hacia allí como pudo, y metió las piernas dentro del agua. Así las serpientes morirían ahogadas.

Pero el agua era demasiado espesa, demasiado viscosa y estaba demasiado caliente… ¡Era sangre!

Pudo comprobarlo, al agacharse y coger el rojo líquido entre sus manos.

La pesadilla se repetía fatalmente. En todas y cada una de sus horrendas características. Como calcada. Pero ahora Jessica sabía, SIN LUGAR A DUDAS, que aquello no era una pesadilla.

Al salir del río, echó a correr hacia aquellas dos luces que veía. ¿Serían las ventanas de una casa de campo, o, una vez más, hasta la sinrazón, hasta el desvarío, se repetiría aquel dantesco e infernal sueño?

Algo en su interior seguía impulsándola a través de las tinieblas de la noche, hacia adelante. Hacia adelante, pues, fue…

Y al llegar allí, su horror y su espanto crecieron más y más… ¡Aquéllos eran los



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