El Holocausto de la Tierra y otros cuentos by Nathaniel Hawthorne

El Holocausto de la Tierra y otros cuentos by Nathaniel Hawthorne

autor:Nathaniel Hawthorne [Hawthorne, Nathaniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1981-01-01T00:00:00+00:00


Ethan Brand

Un capítulo de una novela inconclusa

Bartram el calero, un hombre tosco, de sólida apariencia, sucio de carbón, se sentó vigilando, su horno al caerla noche, mientras su pequeño hijo jugaba a construir casas con los fragmentos dispersos de mármol, cuando en la ladera de la colina, debajo de ellos, se escuchó un rugido de risa, que no era regocijada sino lenta, hasta solemne, como un viento que sacudiera los matorrales del bosque.

—Padre, ¿qué fue eso? —preguntó el chico, dejando su juego y refugiándose entre las rodillas de su padre.

—Oh, algún borracho, supongo —contestó el calero—, algún individuo alegre de la taberna del pueblo, que no se atrevió a reírse fuerte puertas adentro para no volar el techo de la casa. Ahí está ahora sacudiéndose al pie de Graylock.

—Pero, padre —dijo el chico, más sensible que ese payaso obtuso de mediana edad— no se ríe como un hombre que esté contento. El sonido me aterra.

—¡No seas tonto criatura! —exclamó su padre, gruñendo—. Nunca serás un hombre, creo; hay demasiado de tu madre en ti. He visto cómo te asustabas del crujir de una hoja. ¡Déjame! Ahí viene ese alegre individuo. Verás que es inofensivo.

Bartram y su pequeño hijo, mientras así hablaban, estaban vigilando el mismo horno de cal que había sido escenario de la vida solitaria y meditativa de Ethan Brand, antes de que comenzara su búsqueda del Pecado Imperdonable. Como hemos visto, muchos años habían pasado desde aquella noche portentosa en que la idea surgió. El horno, sin embargo, estaba idéntico a un lado de la montaña, y en nada se había modificado desde que él arrojó sus negros pensamientos al fulgor intenso de su llama y los había derretido, por así decirlo, en el pensamiento singular que se apoderó de su vida. El horno era una construcción tosca, redonda, semejante a una torre, de unos veinte pies de altura, hecha de piedra, con un montículo de tierra junto a la parte mayor de la circunferencia, para que los bloques y fragmentos de mármol pudieran ser llevados en carradas y arrojados desde arriba. Había una abertura en la parte inferior de la torre, similar a una boca de horno, pero lo bastante grande como para permitir la entrada de un hombre agachado, y provista de una masiva puerta de hierro. Cuando el humo y los chorros de llamaradas emergía de los agujeros y hendijas de esta puerta, que parecía permitir una entrada a la ladera, aquello se semejaba a una entrada privada a las regiones infernales, que los pastores de las Montañas Deliciosas solían mostrar a los peregrinos.

Existen muchos hornos de cal similares en esa zona del país, con el objeto de quemar el mármol blanco que compone una buena medida la sustancia de las colinas. Algunos de ellos, construidos hace años y ya abandonados, con yerbajos que crecen en el redondel vacío de su interior, abierto al cielo, y con hierbas y flores silvestres que se enraízan en las grietas de las piedras, parecen ya reliquias de la antigüedad, y pueden llegar a ser cubiertos por los líquenes de los siglos venideros.



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