El gran festival de rock by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra [Sierra i Fabra, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1990-09-01T00:00:00+00:00

13

Pese a llamarse igual, Clyde Barrow no tenía nada que ver con su homónimo, el Clyde Barrow legendario que muchos años antes había sido el enemigo público número uno de los Estados Unidos gracias a su proverbial debilidad, asaltar bancos. Tampoco tenía nada que ver con Warren Beatty, que junto a Faye Dunaway llevó al cine la turbulenta historia de la pareja, ella interpretando a la suicida Bonnie Parker. El Clyde Barrow inglés y presente era un hombre bajito y feo, nervioso, activo y joven. Otro ejecutivo en busca de su lugar en el sol al filo de los veinticinco años. Sam se imaginó que por alguna extraña burla del destino, o bien sus padres le pusieron Clyde, llamándose Barrow, sin saber de la existencia de Bonnie & Clyde, o bien pensaron que ello, conscientemente, podría ayudarle de alguna forma en el futuro.

Después de todo, lo más parecido a un gángster era un director de compañía discográfica.

Y sin necesidad de asaltar bancos.

Bastaba traficar con los sueños y esperanzas de los músicos, con venderlos al público, y, por supuesto, con olvidarse de que todo tiene un rostro menos el dinero…, aunque algunos lo lleven impreso en los billetes.

Clyde Barrow también le habló de usted, y, en esta cuestión, Sam no quiso cambiar el procedimiento.

—Si viniera a verme la reina de Inglaterra, no estaría más impresionado —exclamó—. ¡Sam Numit! ¿Es usted realmente?

La reina no grababa discos. Él sí. Extendió una rápida alfombra verbal trente a su persona. Un coro imaginario lanzó pétalos de rosa a su paso, mientras le acompañaba al interior de la casa.

—Espero que sea una visita profesional. ¿Está buscando compañía, Sam?

Podía ser el director de una pequeña compañía independiente, pero ya vivía sobradamente bien, con rasgos de megalomanía que se acentuarían el día que sobrepasara la barrera y entrara, aunque fuese en el último lugar, en el pelotón de las majors, los grandes sellos discográficos que movían el imperio de la música. En su casa se adivinaban intenciones, se advertían detalles caros y gustos excéntricos. Él también estaba mirando el festival de Wembley.

En aquel momento, Mark Knopfler enloquecía a la multitud desgranando con su habitual pureza un excelso solo de guitarra. Tras él, los siempre remozados pero eternos Dire Straits mantenían el ritmo para que su jefe y líder cabalgara libre por las fronteras de su imaginación.

Sam Numit señaló la pantalla.

—Ése es el auténtico poder del rock —dijo.

Clyde Barrow no le entendió. Estaba demasiado pendiente de su presencia allí como para seguirle hasta un punto tan remoto de sus intenciones.

—De verdad que no sé qué decir —manifestó—. ¿Cuál es el sentido de su visita?

Sam se olvidó parcialmente de Mark Knopfler y los Dire Straits.

—Estoy pensando en montar una productora —anunció, habituado ya a mentir a lo largo del día—. Tengo un par de grupos, y no quiero pensar en las multinacionales. Siempre me ha gustado la labor que hacen las independientes, que cuidan mucho más el producto y trabajan de verdad la base.

—Es una idea acertada, y una realidad —afirmó Barrow—.

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