El gran escape by Santiago Roncagliolo

autor:Santiago Roncagliolo [Roncagliolo, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: 1. Literatura peruana., 2. Amistad – Literatura infantil., 3. Libertad – Litera-tura infantil
editor: Ediciones SM

12

—¡NURIA! ¡NURIA! Soy yo, Hugo. ¿Me escuchas?

Nuria tenía los ojos cerrados. Parecía muy, muy dormida.

Hugo se desesperó:

—¡Nuriaaa! ¡Despierta!

—¿Podrías dejar de gritar, por favor? —dijo una voz delgada y chillona.

Hugo miró a todas partes, pero no encontró al dueño de esa voz.

—¿Has hablado tú, Nuria?

La nutria seguía tumbada y silenciosa.

—Tu especie no es muy inteligente, ¿verdad? —escuchó Hugo—. Mira aquí abajo.

Bajó la cabeza y encontró a un ratón vestido como doctor, con una bata blanca, un maletín negro y un estetoscopio colgando del cuello. Parecía muy serio y dijo:

—Esta es una institución médica.

—¿Y usted es el dueño?

—Bueno, dejo que los humanos crean que tienen el control. Y ellos no saben que existo. Pero en realidad, aquí no se hace nada sin mi supervisión.

—¿Sin su qué?

El ratón se acomodó las gafas para examinar a Hugo. Le dijo:

—No te habrás fugado del ala de psiquiatría, ¿verdad?

—No me he fugado de ninguna parte. Estaba buscando a mi amiga.

Detrás de sus gafas, el ratón le dirigió una mirada de sospecha:

—Pues a menos que seas un humano, sí que te has fugado. Los animales corresponden al recinto interior.

—¿Podrías hablar más claro?

—Soy un médico, hijo. No hablo claro ni se me entiende la letra. Para eso hay que estudiar durante años.

Hugo se aburría con toda esa cháchara, y, además, tenía otra preocupación:

—¿Qué le ha pasado a mi amiga?

—¿Te refieres a este ejemplar de Mustelidae lutrinae? Déjame ver.

Dándose aires de profesor, el ratón se acercó a una tabla que colgaba de la jaula. La leyó con concentración. Luego dijo:

—Un ataque. Bastante feroz, por cierto.

—Claro. Fueron los heliontes.

—¿Los qué?

—Los heliontes que están invadiendo nuestro territorio. Son una amenaza.

El ratón suspiró:

—Chico, no sé en qué universidad estudiaste, pero te diré algo: no existe ningún animal con ese nombre.

Hugo se enfadó tanto que saltó y se chocó contra una lámpara:

—¿Cómo que no? Usted no tiene ni idea. Los heliontes son... Bueno... Son como... ¡Peligrosos!

—No hay nada más peligroso que la ignorancia. Por cierto, estoy preparando un nuevo tónico para la cabeza. Llevo toda mi carrera trabajando en él. ¿Puedo experimentar contigo?

Mientras hablaba, sacó de su maletín un frasco y una cuchara. Hugo siguió explicándole su situación:

—Los heliontes han cercado todo nuestro territorio, y nos han sitiado con un muro. Por suerte, tenemos al Capitán Krupp para protegernos, porque si no...

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