El gigante inacabado by Didier Daeninckx

El gigante inacabado by Didier Daeninckx

autor:Didier Daeninckx [Daeninckx, Didier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1984-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO OCHO

Cadin vivía en un pequeño apartamento del casco antiguo de Biest, cerca de la estación. Era frío, con tres habitaciones y del montón. Imposible pedirle más a un local que albergaba desde hacía una treintena de años a las sucesivas familias de funcionarios de la policía.

El inspector había heredado este siniestro refugio de su predecesor en la comisaría de Hazebrouck: un jefe completamente apagado, reventado por toda una vida de investigaciones sin importancia que, en la recta final, logró conseguir un puesto al sol no lejos de Fos-sur-Mer.

Sólo con mirar el fregadero macilento y el calentador miserable le daban ganas de suicidarse y pensaba en ello todo el día. Prefería lavarse en los baños públicos y era raro que hiciera algo para comer en la cocina. ¡A veces el café, pero ni eso! La última taza de Nescafé reinaba en medio de la mesa de formica blanca moteada, cubierta por un fino polvo. Por un momento, se juró hacer una limpieza a fondo, aprovechar el aspecto presentable del apartamento para contratar a una señora de la limpieza unas tres o cuatro horas a la semana… Era la época en que conoció a Blandine.

¡Blandine! Aún se acordaba de su ligero pelo en la lengua… Un pelo que le había dado mucho placer.

Estaba colado y, por ella, había comenzado a arreglar su habitación. El trabajo se le había amontonado y todo había quedado en plan… Durante un fin de semana en Bélgica, decidió llevar a la chica al hotel a una de esas ciudades españolas tan frías como un pueblo valón: la «inserción» no se había producido y siglos después aún subsistían las huellas del rechazo…

Cadin se despertó aquejado de un dolor de cabeza que resistió al primer ataque del Alka-Seltzer. Comprimió sus sienes para bloquear el flujo de sangre de las dos venas que regaban su frente, lo que le provocó un ligero alivio. Su vecino de abajo, un rockero fan de Johnny, eligió ese preciso instante para dedicarse a su sesión cotidiana de bricolaje. Debía de seguir una terapia basada en los beneficios del trabajo manual…, dos minutos de taladrador al salir de la cama seguidos de algunos ejercicios con el martillo.

El inspector apagó el fuego bajo la cacerola de agua, renunciando a prepararse un café. Se fue al aseo, se afeitó en seco, metió su tubo de comprimidos en el bolsillo de la chaqueta y salió al descansillo. El ascensor se tomaba su tiempo, había que mantener el dedo apoyado sobre el botón de llamada para que no le quitasen a uno la vez. En el piso inferior, el tocadiscos tomó el relevo con los sonidos desgarradores de Black y Decker.



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