El fuego que arde en ti by Mabel Díaz

El fuego que arde en ti by Mabel Díaz

autor:Mabel Díaz
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Novela, Romántico
publicado: 2015-10-03T22:00:00+00:00


Capítulo 19

El cuerpo de Joel se cernía sobre Kim aplastándola. Su miembro, todavía duro, continuaba en su interior llenándola por completo.

¿Cómo no se había dado cuenta antes de la identidad de su amante? Inspiró hondo y captó el olor del perfume que él usaba mezclado con otro más primitivo. El picante aroma del sexo. De la excitación. De la lascivia y la pasión.

Acababa de echar el mejor polvo de su vida, de cumplir una de sus más secretas fantasías, de la mano de Joel.

Su mente le había advertido todo el tiempo de que era él. El murmullo de su voz, sus besos ardientes, sus caricias atormentadoras, sus tatuajes y su pulsera de cuero. El tacto sedoso de su pelo y la calidez de su piel. Todo le gritaba que era él. Joel.

Pero ella había estado tan perdida en su mundo de fantasía que no había sabido reconocerlo hasta que él pronunció la única palabra que podía delatarle. Gatita.

Kim sentía aún la respiración entrecortada de Joel cerca de su cuello. Notó cómo los labios de él se posaban sobre su boca y la reclamaba otra vez con un beso.

Cuando este finalizó Joel le quitó el antifaz.

Los ojos azules de Kim se encontraron con una mirada verde esmeralda cargada de deseo y ternura.

Joel esbozó una sonrisa.

—Hola, preciosa.

Kim estaba tan aturdida que tardó unos segundos en contestar.

—¿Qué haces aquí?

—Velar por lo que es mío —respondió él y se acercó a su boca para poseerla con otro beso mientras movía las caderas para recordarle que aún estaba enterrado en su interior.

Kim cerró los ojos y se abandonó al placer que sentía en sus labios y en su sexo.

—¿Y tú qué hacías aquí? —le preguntó él.

—Divertirme —le contestó aún con los ojos cerrados.

Esa respuesta no le gustó nada a Joel.

—¿Y te has divertido? —le dijo serio.

—Mucho —Kim esbozó una sonrisa y le miró de nuevo—. Acabas de concederme una de mis más oscuras y secretas fantasías. Te lo agradezco.

Joel se movió para salir de su cuerpo.

—Me alegro de haberlo conseguido. Pero estoy muy enfadado contigo.

Él se incorporó. Se quitó el condón y lo dejó caer a una papelera que había junto a la cama donde estaban.

Kim se apoyó sobre los codos para contemplar el cuerpo desnudo que tenía frente a ella. Era una visión magnífica. Como un Dios del sexo.

—¿Enfadado conmigo? —preguntó—. Yo sí que estoy enfadada contigo. Acabo de enterarme de que me consideras de tu propiedad. Como si yo fuera una cosa que puede poseerse en vez de una persona. No soy tuya, Joel. ¿Cuándo se te va a meter en la cabeza?

Mientras ella hablaba, Joel había recogido la ropa del suelo. Le lanzó una mirada acusadora.

—¿Pensabas que estabas follando con un extraño o has sabido desde el principio que era yo?

Kim no contestó, pero le aguantó la mirada con gesto altivo.

—Has venido buscando sexo cuando podías pedírmelo a mí perfectamente —continuó él.

—¿Cómo? —exclamó ella sentándose en el borde de la cama—. Se supone que estabas en Grecia.

—Y no podías esperar un par de días hasta que regresara, ¿verdad? —replicó él molesto—.



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