El filo del futuro by Howard Fast

El filo del futuro by Howard Fast

autor:Howard Fast [Fast, Howard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1961-01-01T05:00:00+00:00


La caja fría, fría

* * *

Como siempre, la reunión anual del Directorio había sido convocada para las nueve de la mañana del día 10 de diciembre. Las nueve de la mañana era una hora sensata y razonable para iniciar el trabajo del día, y el 10 de diciembre se había elegido hacía mucho tiempo como garantía contra la seducción de las palabras. Cada uno de los directores debía estar en su casa para las fiestas de Navidad —o su equivalente—, y de acuerdo con la agenda las deliberaciones durarían exactamente dos semanas, y ni una hora más.

Al comienzo habían habido muchas sesiones prolongadas, a veces de dos o tres días, en que los directores trabajaban las veinticuatro horas sin tomarse tiempo para dormir o descansar. Pero luego, a medida que todo se ordenaba, y el sistema reemplazaba a la improvisación, la reunión del día se levantaba a las cuatro en punto de la tarde, e incluso había años en que la reunión general terminaba su trabajo con una anticipación de uno o dos días.

La reunión del Directorio era ahora asunto de simple rutina. El gran reloj de la pared de la hermosa y espaciosa sala de reuniones dio las nueve, con su voz baja y musical, cuando el último de los directores ocupó su asiento. Los directores se saludaban amablemente con un movimiento de cabeza, y si estaban sentados junto a viejos amigos, cambiaban unas palabras afectuosas. Estaban muy tranquilos, sin sentir preocupación o inquietud ante la perspectiva de la larga reunión.

Los directores eran exactamente trescientos, y las butacas se ordenaban en un cómodo círculo de muchas filas. La habitación parecía un pequeño anfiteatro. Dos pasillos descendían hasta un círculo o escenario central, de unos seis metros de diámetro, con un estrado que permitía que el orador se volviese a un lado o a otro mientras hablaba. El número de trescientos directores era arbitrario, convenido tras muchas pruebas y mantenido como un número adecuado para trabajar. La mitad de la sala estaba siempre vacía. De vez en cuando se hablaba de reformar la sala, pero con el tiempo los asientos vacíos fueron parte normal de la decoración.

Los miembros del Directorio se dividían por partes iguales en hombres y mujeres. Nadie podía ser director antes de cumplir treinta años, pero el retiro era voluntario y muchos miembros pasaban de los setenta. Unos dos tercios estaban en la cincuentena. Como el Directorio era responsable de una administración internacional, estaban allí representadas todas las naciones y razas: hombres negros y blancos, morenos y amarillos, de todos los matices y gradaciones intermedios. Lo mismo que las Naciones Unidas —aunque eran demasiado modestos para admitir esa comparación— tenían varios idiomas oficiales (y un sistema de traducciones simultáneas), pero el utilizado con más frecuencia era el inglés.

Como algo natural, el presidente del Directorio, que había nacido en Indochina, abrió la sesión en inglés, idioma que hablaba con facilidad, saludó a los presentes, anunció que no faltaba ningún miembro, y dijo luego:

—En nuestra reunión anual, y podría



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