El exterminador by Burton Hare

El exterminador by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 1969-11-30T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

Abrió la puerta una mujer gorda y grasienta. Sobre la entrada campeaba una muestra luminosa anunciando la pensión.

La mujer le echó un vistazo. Frunció los labios desdeñosamente.

—¿Con cuál está citado? —rezongó.

—¿Cómo?

—Bueno, no me haga perder más tiempo. Dígame el nombre y la avisaré.

—Entiendo. Diane Rose.

—Amigo, le tomó el pelo.

—¿Por qué?

—La chica ha salido ya. Vino a buscarla otro amigo antes que usted. ¿De veras le citó a esta hora?

—En realidad, ni siquiera la conozco. Quiero hablar con ella de cierto negocio.

—¡Negocio! —se mofó la gorda—. Hay que ver la cantidad de nombres que le dan a eso. Bueno, sea como sea perdió su tiempo. No me haga perder el mío.

—¡Espere! —exclamó, viendo que se disponía a cerrar la puerta.

—Tengo mucho trabajo. Veinte chicas a pensión causan una cantidad increíble de problemas, así que lárguese, muchacho.

Se interrumpió cuando vislumbró el billete que aleteaba en la mano del visitante.

—¿Para mí? —jadeó, al darse cuenta que era de diez dólares.

—Seguro —sonrió Johnny—. Sólo para que olvide sus quehaceres por unos minutos. Le arrebató el billete de un zarpazo.

—Adelante —runruneó—. Hable cuanto quiera.

—Es usted quien debe hablar. ¿Dónde trabaja Diane?

—En ninguna parte. Terminó su contrato en un cabaret hace un par de semanas y no parece tener prisa en empezar en otro. A mí, mientras siga pagando…

—¿Sabe dónde podría encontrarla esta noche?

—¡Dios mío! ¿Cómo voy a saberlo? No puedo controlar a un regimiento de cabezas locas como las que tengo bajo mi techo. A lo mejor ni siquiera regresa en un par de días.

—Ya veo… Si vuelve, ¿cómo podré saberlo?

—Telefonee. Le daré una tarjeta. Pruebe suerte.

—Conforme.

Buscó en sus bolsillos. La tarjeta no estaba muy limpia. Johnny la guardó. Antes que pudiera irse la mujer comentó:

—Deje que le diga algo, joven.

—¿Qué cosa?

—Usted vale diez veces más que el mequetrefe que ha venido a buscarla. No tendrá dificultades con ella cuando le vea.

Se echó a reír.

—Diez dólares es todo lo que me sacará, señora, de modo que no necesita elogios de ninguna clase.

—Si yo fuera más joven le devolvería el dinero. Afortunadamente —añadió piadosamente—, soy vieja, gorda y fea. Gracias por los diez pavos. Buenas noches.

Cerró la puerta y Johnny se alejó de allí más preocupado que nunca.

Cuando encontró un teléfono marcó un número que no constaba en la guía. Mientras aguardaba cerró cuidadosamente la puerta de la cabina.

La voz que ya conocía dijo a través del auricular:

—Es muy tarde.

—Más lo será dentro de una hora.

—Perfecto. ¿Johnny?

—¿Quién otro? Déjeme decirle que este sistema de contraseñas se me antoja infantil, señor.

—Pero me divierte. ¿Qué quiere ahora?

—¿Tiene algo para mí?

—Todavía no. Puse a tres hombres tras las huellas de Venus. Hasta el momento no han encontrado nada.

Suspiró resignadamente.

—Está bien. Voy a ver al mozo del cabaret cuando salga de su trabajo esta noche. Le haré escupir todo lo que sepa.

—Que no será mucho. Ya sabe cómo trabajan esa gente. Células autónomas y grupos reducidos. No se conocen unos a otros excepto los miembros del mismo grupo. Obedecen a un coordinador y éste es quien da las órdenes y recibe los informes.



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