El Exorcista (Ed. Emecé latinoamérica) by William Peter Blatty

El Exorcista (Ed. Emecé latinoamérica) by William Peter Blatty

autor:William Peter Blatty [Blatty, William Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 1971-10-01T00:00:00+00:00


* * *

Cuando oyó que se cerraba la puerta, Chris estaba meditando en el bar del estudio y sirviéndose un vodka con hielo. Ruido de pasos. Karl que subía las escaleras… Ella tomó el vaso y volvió lentamente hacia la cocina, revolviendo el vodka con el dedo índice, y la mirada ausente. Algo… algo andaba horriblemente mal. Como una luz que se filtra por debajo de una puerta, un resplandor de espanto se filtró en el rincón más oscuro de su pensamiento. ¿Qué había detrás de la puerta? ¿Qué era?

¡No mires!

Entró a la cocina, se sentó a la mesa y sorbió su vodka.

Creo que lo mató un hombre con mucha fuerza.

Bajó la mirada y la clavó en el libro de brujería.

Algo…

Ruido de pasos. Sharon que volvía del cuarto de Regan. Entraba. Se sentaba a la máquina de escribir. Ponía el papel nuevo en el rodillo.

Algo…

—Bastante escalofriante —murmuró Sharon, mientras sus dedos descansaban sobre el teclado y sus ojos miraban las notas de taquigrafía que tenía al costado.

Ninguna respuesta. Flotaba inquietud en la habitación. Chris bebía con aire ausente.

Sharon penetró el silencio con voz baja y tensa.

—Hay una enorme cantidad de fumaderos de los hippies cerca de la calle M y Wiscosin. Borrachos. Ocultistas. Los policías los llaman «los canallas de los garitos». —Hizo una pausa como si esperara algún comentario, sus ojos todavía fijos en las notas taquigráficas, luego continuó— quién sabe si Burke habría…

—¡Por Dios, Shar! No pienses más en eso, ¿quieres hacerme el favor? —Estalló Chris—. ¡Tengo de sobra con pensar en Rags! —Tenía los ojos cerrados. Sujetaba fuertemente el libro.

Al instante, Sharon volvió a su máquina, tecleando letras a una furiosa velocidad, luego, bruscamente saltó de la silla y salió de la cocina.

—Me voy a dar una vuelta —dijo fríamente.

—Ni se te ocurra acercarte a la calle M. —Rugió Chris de mal humor, con la vista fija en el libro que tenía entre los brazos cruzados.

—No.

—Ni a la calle N.

—Después, Chris oyó que se abría y se cerraba la puerta de calle. Suspiró. Sintió una punzada de arrepentimiento. Pero la descarga había aliviado la tensión. No toda. Perduraba el resplandor en el hall. Muy tenue.

Recházalo, Chris.

Aspiró profundamente y trató de concentrarse en el libro. Encontró la hoja donde lo había dejado; se puso impaciente; comenzó a pasar rápidamente las páginas, salteó algunas buscando la descripción de los síntomas de Regan. «… posesión por el demonio… síndrome… caso de una niña de ocho años… anormal… cuatro hombres fuertes para contenerla…».

Al dar vuelta una hoja, Chris clavó la vista y se quedó helada.

Ruidos. Willie que venía con las cosas del almacén.

—¿Willie…? ¿Willie? —preguntó Chris con una voz sin matices.

—¿Sí, señora? —respondió Willie mientras apoyaba las bolsas. Sin levantar la vista, Chris alzó el libro.

—¿Fuiste tú la que puso este libro en el estudio, Willie?

Willie le echó una mirada rápida, asintió, se dio vuelta y empezó a sacar los artículos de las bolsas.

—Willie, ¿dónde lo encontraste?

—Arriba, en el dormitorio —contestó, poniendo el tocino en el compartimiento de la carne de la heladera.



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