El escultor de la muerte by Clark Carrados

El escultor de la muerte by Clark Carrados

autor:Clark Carrados [Carrados, Clark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1975-04-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

Bannister despertó bien entrada la mañana y se sentó en la cama. De pronto, recordó los acontecimientos de la noche pasada.

Asombrado, miró a su alrededor. Tenía puesto el pijama y la bata aparecía correctamente doblada a los pies del lecho.

¿Había vuelto a su dormitorio por propia voluntad?

Si era así, no recordaba haber abandonado la habitación de Wanda.

—A menos que ella me haya drogado…

No habían bebido, lo que excluía la posibilidad de una droga en el licor. Tal vez en los cigarrillos… pero había fumado de los suyos y no parecía lógico que tal droga le hubiera sido colocada en uno de los paquetes de tabaco que había traído en su maletín. Un tanto preocupado, se levantó y fue al baño.

Mientras se secaba después de la ducha, notó un leve escozor en el brazo izquierdo. Levantó el miembro y advirtió en la piel el inconfundible puntito rojizo que había dejado en ella el pinchazo de una aguja de inyecciones.

Un torrente de preguntas se acumuló instantáneamente en su cerebro. La droga, ya no le cabía la menor duda, le había sido inyectada por medio de una jeringuilla. Seguramente, se trataba de un narcótico de baja potencia, lo suficiente, sin embargo, para hacerle dormir algo más de lo normal, aunque sin dejar posteriormente secuelas en su organismo.

Pero había sido lo bastante fuerte como para ser trasladado a su dormitorio sin que se diese cuenta. ¿Era Elmo el que lo había transportado en sus brazos de hércules?

¿Quién le había inyectado la droga?

¿Carla? ¿Zadd?

De repente, sintió que la frente se le inundaba de sudor frío.

—¡Wanda! —exclamó, sin poder contenerse.

¿Qué había sido de la exuberante modelo?

Lleno de las más negras aprensiones, se vistió rápidamente y abandonó el cuarto. Llegó al arranque de la escalera y lanzó un poderoso grito:

—¡Carla, Carla!

Su voz rebotó entre los muros del edificio. Bannister inició el descenso. De pronto, cuando ya llegaba abajo, se encontró con Elmo que transportaba un bulto de forma alargada entre las manos.

—¿Dónde está Wanda? —preguntó, casi con un rugido.

—¿La señorita Wanda? Se marchó, muy temprano. Su trabajo había terminado ya y la señora Shainee la despidió.

Los ojos de Bannister contemplaron el bulto que Elmo sostenía entre sus manos. Estaba cubierto por un gran paño de forma gris, bajo el cual se adivinaban los contornos de una persona.

—Dispense, señor, pero tengo trabajo —se despidió el colosal individuo.

Elmo echó a andar. De repente, una punta del trapo gris se soltó y dejó algo al descubierto.

Bannister sintió que se le erizaban los cabellos al ver un pie humano, casi completamente descarnado, a excepción de algunos jirones de piel gris adheridos a los huesos de los dedos.

Sintió náuseas. Impasible, Elmo continuó su camino y desapareció por la puerta que daba a la cocina.

¿Era aquello todo lo que quedaba de la hermosa Wanda?, se preguntó.

Carla apareció de pronto.

—He creído oír tu voz, Jeff —dijo.

Bannister se volvió hacia ella.

¿Qué horrendos misterios se ocultaban tras aquel bello rostro?

—No… no quería nada en especial. Sólo te llamaba para despedirme de ti…

—¿Te vas tan pronto?

—Sí, he recordado que… que tengo una entrevista con mi editor… Carla, gracias por tu hospitalidad.



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