El disfraz de una mentira by Myrian González Britos

El disfraz de una mentira by Myrian González Britos

autor:Myrian González Britos
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2017-10-27T22:00:00+00:00


Llegamos media hora después a su casa, ya que el tráfico estaba infernal por esas horas. La acompañé hasta la puerta.

—¡Hola, princesa! —saludó a dos perros.

—¡Anna! —gritó un chico bastante peculiar, que llevaba ropas muy ceñidas y coloridas.

Se detuvo en seco al verme, como si acabara de ver al mismísimo diablo.

—Hola —le dije, pero él no mutó su expresión de asombro.

—Gigo, este es Marcello —dijo Anna tras erguir del suelo.

Anna se arregló las gafas oscuras y luego le dio un leve codazo a su amigo.

—Perdona, la impresión me atropelló —dijo y estiró su mano derecha.

Los perros de Anna saltaban a su alrededor. Ella les llenaba de besos, era tan dócil.

—Mucho gusto —le dije y le apretujé la mano.

—Ay —musitó como una doncella herida.

Un enorme gato siamés se acercó y supe al instante quién podía ser. Lo cargué y le hablé.

—Hola, amiguito.

Anna y el joven parpadearon al mismo tiempo y con la misma gracia. No pude evitar sonreír ante sus muecas.

—Es el gatito que me regalaste, Marcello.

El joven colorido rio entre dientes, supongo que estaba al tanto de todo.

—¿Cómo se llama, Anna Bellini?

Se ruborizó como una deliciosa y salvaje fresa del bosque.

—Hoffi...

Le miré complacido y sonriente.

—Está precioso, Anna Bellini —dije mirándola fijamente. —Y eso incluye el nombre elegido —se ruborizó aún más—. ¡Ah! —exclamé, como si acabara de recordarme de algo muy importante. —Me podrías facilitar tu número de móvil, para marcar una nueva cita y hablar sobre los asuntos pendientes, ya que hoy no pudimos hacerlo.

Asintió con la cabeza al tiempo que abrazaba su menudo y delicado cuerpo. Dios, estaba demasiado delgada, efectos de la depresión. supuse.

—Claro, es el 0039... —me dijo su amigo.

Anna lo fulminó con la mirada, pero él no mutó su expresión entre divertida y ladina.

—Gracias —dije tras anotar su número en mi móvil.

Cogí sus pequeñas manos y noté lo heladas que estaban.

—Gracias por el cariño que has sentido siempre por mi madre.

Recordé algo de pronto, pero decidí confesarle otro día. Anna Bellini ya no necesitaba de más tribulaciones por el día de hoy.

—Ella era muy especial —masculló en un hilo de voz apenas audible—. Jamás podría olvidarla, jamás —sus ojos se empañaron.

—Tampoco ella lo hizo —le dije y un suspiro profundo se le escapó del pecho.

—¡Vámonos Lady Di y Laila! —chilló Gigo—. Nos vemos agente —me dijo y me guiñó un ojo.

Asentí algo intimidado. Unas cosas cayeron del bolso de Anna Bellini, en un descuido. Me incliné apresurado para recogerlos. Una agenda pequeña de color rosa, un marcador de color verde fosforescente, una goma de pelo de color negro y su manojo de llaves. Observé maravillado el llavero de la Hormiga atómica que le había regalado en el pasado. Le lancé una mirada divertida.

—Siempre lo llevo conmigo —declaró risueña y yo solté una risa ahogada.

Nuestras manos volvieron a rozarse y ella dio un leve respingo, en un acto involuntario. La miré por unos segundos más, como si la estuviera inspeccionando, ¿estaba más pequeña que antes?

—Te invitaría un café, Marcello, pero creo que tienes otro compromiso —espetó tras unos segundos.



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