El destino y la espada by Antonio Malpica

El destino y la espada by Antonio Malpica

autor:Antonio Malpica [Malpica, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-03-15T00:00:00+00:00


CUARTA PARTE

Capítulo veintiséis

Fue el último video el que les dio la pista. La imagen de París por la ventana; el audio en francés de la televisión. Diez segundos le bastaron a Brianda para pedirle a Julio que echaran mano de sus ahorros, tal y como él había ofrecido, y corrieran ese riesgo. Fue Pereda quien les confirmó que, en efecto, en el estado de cuenta del señor Otis, mismo que consultaba todos los días por internet, había aparecido la compra de tres boletos de avión a París.

Hicieron el viaje con el alma y la esperanza pendientes de un hilo. En cuanto arribaron a París y pudieron hospedarse en un mesón, ambos se pusieron a hacer llamadas a los diversos hoteles de la ciudad, preguntando, ella en inglés y él en francés, por Felipe Casas y Martín Zúñiga, niños prófugos de su casa, niños buscados por sus papás, sin éxito alguno. El último crimen con mensaje plasmado en sangre para Wolfdietrich los llevó a buscar en las inmediaciones del lugar del incidente; ahí dieron con el penúltimo hotel en el que se habían hospedado, lo que los llenó de nuevos bríos. Cinco hoteles después, un solícito hombre detrás de un mostrador confirmó el registro de dos chicos con los nombres indicados.

Jop, al verlos de pie en la puerta de la habitación, supo, al igual que Sergio, que detrás había un plan trazado, que eso no podía ser simple casualidad, que era menester que estuvieran juntos. Los abrazó y, al instante, los puso al corriente de lo que había pasado.

Julio rentó un auto y fueron en él a la zona identificada por Jop en los mapas gracias al letrero descifrado y a una vista aérea de la región que empataba con lo que había visto en la última foto. Se estacionaron a buena distancia y, con gran sigilo, buscaron algo que les permitiera verificar que ese fuera en verdad el lugar al que Gustav había llevado a Sergio. En ese momento de la tarde el demonio estaba ausente y el almacén cerrado con llave. Ni un alma en los alrededores. Después de escudriñar con la vista, Brianda dio con la prueba irrefutable tirada sobre la tierra: la pierna ortopédica de Sergio. Jop concluyó entonces que Sergio debía estar dentro del almacén y, seguramente, aún vivo, pues en caso contrario, ya habría aparecido su cuerpo en las noticias. Diseñaron entonces un plan concreto. Julio fue a cambiar el auto por una moto y a comprar gasolina mientras Jop y Brianda intentaban forzar la puerta de la bodega con la llave de cruz del auto rentado.

Caía el crepúsculo cuando Julio volvió con cinco galones de combustible, una motocicleta y una palanca de metal más grande para procurar sacar a Sergio de su encierro. No pudieron hacer nada más. El sonido de un motor acercándose los obligó a ocultarse en la casa de madera.

Distinguieron, desde su posición, que se trataba de un taxi, del que se apearon un hombre y un chico rubio. El hombre



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