El cristianismo al descubierto by Barón de Holbach

El cristianismo al descubierto by Barón de Holbach

autor:Barón de Holbach [Holbach, Barón de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1761-01-01T05:00:00+00:00


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Sobre las prácticas y deberes de la religión cristiana

Si las virtudes del cristianismo no tienen nada de sólido y real o no producen ningún efecto que la razón pueda aceptar, ésta no verá tampoco nada estimable en las numerosas prácticas fastidiosas, inútiles y, con frecuencia, peligrosas que aquél impone como deberes a sus devotos seguidores, a quienes los presenta como medios seguros de aplacar a la divinidad, obtener sus gracias y merecer sus recompensas inefables.

El primero y más esencial de los deberes del cristiano es rezar. El cristianismo vincula la felicidad a la oración continua. Su Dios, al que se supone lleno de bondad, quiere ser solicitado para repartir sus gracias, que concede sólo si es importunado. Sensible a los halagos, al igual que los reyes de la Tierra, exige etiqueta y no escucha favorablemente sino a quienes se presentan siguiendo un determinado protocolo. ¿Qué diríamos de un padre que, conocedor de las necesidades de sus hijos, no consintiera en darles la comida necesaria a menos que se la arrancaran con súplicas fervientes y a menudo inútiles? Por otro lado, ¿no es desconfiar de la sabiduría de Dios prescribir reglas a su conducta? ¿No es poner en duda su inmutabilidad creer que sus criaturas pueden obligarlo a cambiar sus decretos? Si lo sabe todo, ¿por qué necesita ser advertido continuamente de las disposiciones del corazón y los deseos de sus súbditos? Si es todopoderoso, ¿cómo puede ser halagado por sus homenajes, sus sumisiones reiteradas y el anonadamiento de quienes se postran a sus pies?

En suma, la oración supone un Dios caprichoso, falto de memoria, sensible al halago, que se vanagloria de ver a sus súbditos humillados ante él y está ansioso por recibir a cada instante muestras continuas de sumisión.

Estas ideas, tomadas de los príncipes de la Tierra, ¿pueden aplicarse a un Ser todopoderoso que ha creado el universo únicamente para el hombre y desea sólo su felicidad? ¿Puede creerse que un Ser todopoderoso, sin igual y sin rival, esté sediento de gloria? ¿Existe una gloria para un Ser que no puede ser comparado con nada? ¿No ven los cristianos que, al querer exaltar y honrar a su Dios no hacen, en realidad, otra cosa que rebajarlo y envilecerlo?

En el sistema de la religión cristiana ocurre también que las oraciones de unos pueden ser aplicables a otros. Su Dios, parcial con sus favoritos, recibe sólo las peticiones de éstos y sólo escucha a su pueblo cuando sus votos le llegan a través de sus ministros. De este modo, Dios se convierte en un sultán accesible únicamente a sus ministros, sus visires, sus eunucos y las mujeres de su harén. De ahí esa multitud innumerable de sacerdotes, anacoretas, monjes y religiosas, cuya exclusiva función es elevar sus manos ociosas al cielo y rogar día y noche con el fin de obtener sus favores para la sociedad. Las naciones pagan caro estos importantes servicios, y los piadosos holgazanes viven en el esplendor mientras el mérito real, el trabajo y la industria languidecen en la miseria[57].



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