El cordero que conquistó París by Catherine Siguret

El cordero que conquistó París by Catherine Siguret

autor:Catherine Siguret [Siguret, Catherine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2015-01-01T00:00:00+00:00


6

Cuando llegué delante de la puerta cochera, estaba feliz de reencontrarme con mi rebaño y a la vez segura de descubrir los tejos, porque había tenido tiempo de escuchar todos los mensajes de voz y de leer los de texto en el camión de treinta y ocho toneladas que nos llevaba desde Marsella a Tú y a mí, a una velocidad de crucero de setenta kilómetros por hora, con las paradas incluidas. En el aparcamiento del muelle tuve que jugar con cautela para encontrar un conductor con un camión grande y aspecto amable a la vez, lo que por suerte va a menudo a la par, el capital de simpatía de los camioneros es proporcional al tonelaje de su máquina, lo que es sorprendente en tanto que muy natural. La única solución factible era la carretera, y como yo insistía en que me dejaran en la puerta de mi casa y no en una zona de flete en algún recóndito suburbio con un cordero en los brazos, no podía apelar a un profesional de la mercancía.

Chavalín —ese era su nombre en el código de los camioneros, que no tenía absolutamente nada que ver con el tamaño del señor— se mostró particularmente abierto de mente cuando le anuncié que hacía autoestop al centro de París, con la particularidad de tener como equipaje dos enormes bolsas y un perro grande que había que sacar de la bodega del barco. No precisé la raza del perro, era inútil hasta que balara, pero Tú dormía profundamente después del biberón de leche aderezado con los comprimidos de Donormyl con el que lo había cebado antes de iniciar el viaje.

—Pero habrá que darle de comer —se le ocurrió de pronto a Chavalín.

Entonces lo tranquilicé maquillando un poco la realidad: más que un perro grande era un gran souvenir. No tendríamos que ocuparnos de eso. También creí que sería bueno precisar que no dejaría de pagar la gasolina, el diésel o cualquier carburante necesario para el viaje, además de la cerveza, y que le regalaría algunos recuerdos de Córcega para él y su familia. Chavalín llevaba alianza, no se me había escapado, es lo primero que miro en un hombre, antes que la cara, con la que siempre puede uno arreglárselas. El anular izquierdo nunca figura en la lista del sempiterno cuestionario de verano de las revistas femeninas: «¿Qué es lo primero que mira en un hombre?». Te ofrecen detalles tan anecdóticos como el culo, que solo lo ves si copulas delante de un espejo o cuando entra en la ducha; los ojos, que te cruzas pero no miras en sentido estricto los sesenta primeros segundos sino solo los sesenta años siguientes; y las manos, en el sentido de dos palmas y diez dedos. Nueve dedos no tendrían ningún interés, solo cuenta el anular, al menos antes de ir más lejos: de las palmas ni hablemos, salvo para el juego de pelota (estoy bromeando, naturalmente). Conclusión: ya no compro revistas femeninas, generalmente la documentación la generan unos robots informáticos, sin ninguna relación con las auténticas cosas de la vida.



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