El Conde Prohibido (Los Duques De Guerra nº 2) (Spanish Edition) by Erica Ridley

El Conde Prohibido (Los Duques De Guerra nº 2) (Spanish Edition) by Erica Ridley

autor:Erica Ridley [Ridley, Erica]
La lengua: spa
Format: mobi
editor: WebMotion
publicado: 2016-02-12T00:00:00+00:00


Capítulo Doce

Oliver se quedó contemplando el rostro del príncipe Negro.

Durante veintiséis años, el fantasma de Edward el príncipe Negro había sido tanto su enemigo acérrimo como su hermano. Oliver había odiado con todas sus fuerzas a este joven muerto con su brillante barba rubia y rico manto azul que fluía despreocupadamente sobre sus hombros reales. Había sido tanto el primogénito y el hijo favorito de su padre, el rey, como el único hijo que le importó realmente al padre de Oliver, el conde.

Sin embargo, no podía quitar la pintura de la pared. Lo odiara o no, era tan parte de él como su propio corazón. El príncipe Negro era la única familia que le quedaba. Su hermano. Su enemigo.

Desde el momento en que tuvo uso de razón, Oliver había investigado cada trozo de la historia que pudo encontrar sobre el hombre que tanto había cautivado a su padre. Como un niño pequeño, Oliver había detestado al príncipe muerto por todas las cosas que podía hacer y que él no podía—como asistir a las reuniones del consejo. Dirigir las cortes. Liderar batallas. Casarse por amor. Cuando Oliver se hizo mayor, comenzó a odiar al príncipe por todas las cosas que había hecho que Oliver jamás haría—como masacrar a inocentes. Prender fuego a lo que ya no le interesaba y organizar motines.

Durante todos estos años, había creído que la decepción de su padre en él provenía de su incapacidad por vivir de acuerdo con los estándares de la vida del príncipe Negro. Pero ahora, mientras permanecía de pie con su ropa hecha a medida en el único pasillo de la casa donde los cuadros todavía adornaban las paredes, se inquietó al a darse cuenta de lo parecidos que él y el príncipe Negro en realidad eran.

Ninguno de los dos le tenía miedo a nada. Ambos eran muy ingenuos. Y llevaban la destrucción consigo a dondequiera que fueran.

Como un reflejo de su odiado primo, Oliver se había lanzado a la batalla, había heredado un título, y había asistido a la Cámara de los Lores. Había saqueado su maldito estado hasta los servilleteros de plata. Y ahora iba a casarse con una mujer con la que podría llegar fácilmente a enamorarse. Y aunque él no masacraba inocentes, no dejaba nada más que miseria a su paso.

Oliver se llevó un puño a la frente y cerró los ojos. Pobre señorita Halton. Cómo debía despreciarle. Ella había dejado muy claro que él no era la clase de marido que estaba buscando. ¿Por qué iba a serlo? ¿Quién podría culparla? Estaba vacío. Tan desalmado e inútil como el retrato agrietada sobre esa pared. Todo lo que temía era el momento en que ella se diera cuenta que le había arrebatado su capacidad de elegir su futuro propio. Iban a casarse inmediatamente.

Su destrozada expresión estaría marcada para siempre en su corazón.

Oliver abrió los ojos. El príncipe Negro lo estaba mirando majestuosamente. Oliver no merecía tener su retrato en la pared. El príncipe Negro era una caballeroso asesino, una contradicción temerosa de Dios, pero había sido muy querido por su padre y sus compatriotas.



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