El ciclo de Tschai by Jack Vance

El ciclo de Tschai by Jack Vance

autor:Jack Vance
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1970-04-07T05:00:00+00:00


15

Superficies de negro cristal, paredes desnudas y zonas de cemento negro, ángulos, bloques, masas: una negación absoluta de toda forma orgánica. Reith se preguntó qué significaba realmente aquella arquitectura; parecía notablemente abstracta y severa. Los cautivos fueron llevados a una corta calle sin salida, cerrada en tres de sus lados con cemento negro.

—¡Alto! ¡Quedaos aquí! —llegó la orden. Los prisioneros, sin otra elección, se detuvieron y se situaron en una desanimada línea.

—Tenéis agua en esa espita. Evacuad en ese canal. No hagáis ningún ruido ni molestéis. —Los Hombres-Wankh se marcharon, dejando a los prisioneros sin ninguna custodia.

—¡Ni siquiera nos han registrado! —exclamó Reith con voz maravillada—. Todavía tengo mis armas.

—El portal no está lejos —dijo Traz—. ¿Por qué tenemos que aguardar aquí a que nos maten?

—Nunca alcanzaremos el portal —gruñó Zarfo.

—¿De modo que tenemos que quedarnos aquí como ganado dócil?

—Eso es lo que pienso hacer —dijo Belje, lanzando una amarga mirada a Reith—. Nunca volveré a ver Smargash, pero si me quedo quieto puede que salve la vida.

Zorofim lanzó una brusca carcajada.

—¿En las minas?

—Sólo he oído rumores acerca de las minas.

—Cuando un hombre va bajo tierra, no vuelve a salir a la superficie. Hay emboscadas y terribles trucos de los Pnume y de los Pnumekin. Si no somos ejecutados inmediatamente, iremos a las minas.

—¡Todo por la avaricia y la loca estupidez! —se lamentó Belje—. ¡Adam Reith, tienes que responder de muchas cosas!

—Tranquilo, cobarde —dijo Zarfo sin acalorarse—. Nadie te obligó a venir. La culpa es exclusivamente nuestra. Deberíamos disculparnos ante Reith; él confió en nuestro conocimiento; le hemos demostrado nuestra ineptitud.

—Todos nosotros hicimos lo que pudimos —dijo Reith—. La operación era arriesgada; fracasamos; es tan simple como eso... En cuanto a intentar escapar de aquí... no puedo creer que nos hayan dejado solos, sin vigilancia, libres para marcharnos cuando queramos.

Jag Jaganig lanzó una triste risita.

—No estés demasiado seguro de todo eso; piensa que para los Hombres-Wankh no somos más que animales.

Reith se volvió hacia Traz, cuya percepción, a veces, lo maravillaba.

—¿Serías capaz de hallar el camino de vuelta al portal?

—No lo sé. No directamente. Había demasiadas vueltas. Los edificios me confunden.

—Entonces será mejor que nos quedemos aquí... Hay una remota posibilidad de que podamos salimos con bien de esta situación.

Transcurrió la tarde, luego la larga noche, con Az y Braz creando fantasías de formas y sombras. Cuando llegó la helada mañana, amargados, con las articulaciones rígidas y hambrientos, y cada vez más inquietos ante la desatención de sus captores, incluso los más temerosos de los Lokhar empezaron a atisbar fuera del recinto que formaba la corta calle cegada y especulando sobre la situación del portal que se abría en algún lugar del negro muro de cristal.

Reith volvió a aconsejar paciencia.

—Nunca lo conseguiremos. La única esperanza que nos queda es que la decisión de los Wankh sea leve para nosotros.

—¿Por qué tendría que ser leve? —se burló Thadzei—. Su justicia es directa: la misma justicia que utilizamos nosotros contra los animales dañinos.

Jag Jaganig no se sentía menos pesimista.

—Nunca veremos a los Wankh.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.