El cazador menguante by Carlos Gaspar Delgado Morales

El cazador menguante by Carlos Gaspar Delgado Morales

autor:Carlos Gaspar Delgado Morales
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788416366378
editor: Ediciones Labnar
publicado: 2019-04-07T00:00:00+00:00


LUNES, 12 DE DICIEMBRE DE 2011

Una tos seca despertó al agente Yáñez ya avanzada la madrugada. Habían sido varias horas tumbado a la intemperie y esto terminó por pasarle factura. Con los primeros brotes del alba pudo distinguir, al contraluz de la cortina, la figura inconfundible de Amalia. Antonio se incorporó un poco, frotándose los párpados, y la sombra se agitó y se agrandó tras el visillo hasta convertirse en mujer. Se acercó hasta el sofá cama y se sentó en la cabecera como una madre que cuida de un hijo enfermo. Le tocó la frente para descartar la fiebre y él le sostuvo la mano antes de que la retirase. Esta vez ella no rehusó la muestra de cariño y ambas palmas entrelazadas bajaron de la frente a la mejilla. Estaba dolorido, pero todo lo daba por bueno viendo cómo ella no dejaba de sonreírle con cariño y sus dedos recorrían su rostro y se enredaban en su pelo.

—Quédate conmigo lo que queda de noche —se atrevió a decir Antonio.

Amalia ladeó la cabeza y estrechó el haz de su mirada como si escuchara la demanda de un niño travieso y caprichoso.

—Solo si me prometes que te portarás bien.

Abrió la manta para que ella entrara. Lo hizo, pero se giró hacia el otro lado. Él no supo cómo reaccionar y se mantuvo quieto hasta que sintió que la joven le recogía el brazo desde atrás para rodearse el cuerpo con él. Se llevó la mano trémula del guardia hasta la mejilla apretándola contra la suya propia y respiró profundamente.

—Buenas noches, Antonio.

Él comprendió que esa noche no habría nada de sexo, sobre todo cuando la respiración de la mujer se convirtió en un leve silbido nasal.

El enamorado fue incapaz de mover un músculo hasta que los rayos de sol se filtraron impetuosos por las ranuras de la persiana. Amanecieron abrazados en la misma posición. Después de un rato giró lentamente la muñeca, aún aprisionada entre la mano y la mejilla de Amalia, y comprobó la hora. El dolor había remitido casi del todo y tenía que presentarse en el cuartel antes de una hora. Se incorporó con cuidado de no despertarla. Se vistió y la besó en la espalda antes de cerrar la puerta con sigilo.

El cabo Muñoz se levantó de su mesa en cuanto su subordinado entró en el despacho. Se dirigió hacia él y le puso una mano en el hombro.

—Yáñez, ¿cómo se encuentra? ¿Lo ha examinado bien un médico? Ayer estuve toda la tarde en Huelva y créame que no he sabido nada hasta esta misma mañana, cuando me he encontrado una nota de sus compañeros sobre la mesa. Es verdad que me llamaron un par de veces, pero no los atendí porque suelen molestarme con chorradas que deberían resolver por sí mismos, y además yo estaba en una importante reunión en la comandancia. Precisamente para tratar el tema del fugado. El teniente Elías está convencido de que no ha salido de la comarca, y teme que quiera



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.