El caso de la coqueta indiferente by Jonathan Craig

El caso de la coqueta indiferente by Jonathan Craig

autor:Jonathan Craig
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela, Policial
publicado: 1956-12-31T23:00:00+00:00


Después de haber colgado, me recliné en mi sillón y estuve pensando un poco en todo aquello. No creía que existiese mucha duda en que el ladrón del coche fuera el mismo que había intentado matar a Edward Macklin con el Chevrolet, siempre y cuando la descripción del automóvil y del chofer recibida de Marcia Kelbert hubiera sido correcta. Existían, además, muchas posibilidades de que aquel hombre hubiera sido el mismo que anteriormente se acercó a Macklin desde atrás y lo empujó hacia el centro de una calle de mucho tráfico.

Se necesitaba mucha fuerza para dar a Macklin la clase de empujón que había recibido, ya que según dijo, fue a caer a más de tres metros de distancia. Y aunque el ladrón de coches fuera pequeño de estatura y ya no joven, poseía aún la fuerza necesaria como para derribar a un hombre con menos de la mitad de sus años y que, según descripción de Ruby Silverman, era «un tipo robusto y sólido».

No parecía existir, en realidad, ninguna razón convincente para que la agresión en el metro no tuviera que ver con las dos fracasadas que la habían precedido. En los tres casos el procedimiento había sido demasiado parecido para ser sólo coincidente, y el hecho de que aún no hubiéramos logrado detener a Jim Mooney, el hombre que parecía un sospechoso tan seguro al principio, parecía indicar que, o bien se había ido de Nueva York inmediatamente después del crimen, o que ya no estaba en la ciudad desde tiempo antes.

En cualquier caso, era difícil evitar el convencimiento de que Mooney no se encontraba ya en la ciudad. Un hombre de sus características era muy fácil de localizar e incluso aunque hubiese encontrado un lugar donde ocultarse, su paradero no sería ningún secreto en el Bowery. En estos barrios bajos no existen secretos, y la lealtad es sólo una palabra vacía. Los desgraciados que frecuentan las tabernas y duermen en las puertas de las casas, sólo se preocupan de dos cosas: el alcohol y el modo de conseguirlo. Todo el mundo hubiera sabido el lugar donde se ocultaba Mooney si es que tenía alguno, y estaría dispuesto a revelarlo por dinero. El precio podía ser una simple botella de moscatel o una moneda de veinticinco centavos.

Llamé a Comunicaciones y dije que el aviso de búsqueda local fuese cambiado por otro difundido por teletipo y que abarcara tres estados y el distrito de Columbia. Luego salí de la comisaría y me fui en el coche hacia la parte baja, donde se halla Centre Street. Lo que pensaba hacer me iba a tomar un tiempo considerable, pero si conseguía encontrar lo que me había propuesto, Stan y yo estaríamos, sin duda, muy cerca de dar con la solución del caso.



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