El caserón de la calle Belgrano by Ángel Mario Fernandez

El caserón de la calle Belgrano by Ángel Mario Fernandez

autor:Ángel Mario Fernandez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Relato, Histórico
publicado: 2016-06-07T22:00:00+00:00


Querido Amigo.

He sabido por las revistas que el Gran Circo estará una temporada en Buenos Aires y hemos decidido ir a verte. La Municipalidad invitará a una escuela, el aula de los más pequeñitos, porque todos no se puede, y seguramente irán amigos y algunos conocidos que deseas ver. Un gran Abrazo de tu amigo que no te olvida, el Alcalde doctor Manuel Vega.

Lejos de alegrarle la noticia, le fastidió bastante. No le simpatizaba esa persona y no le gustaba mostrarse frente a la gente de su pueblo. Le envió una carta a su padre pidiéndole que hablara con el jefe de la intendencia para que desistiera de esa absurda idea de traer medio pueblo a Buenos Aires, pero su padre no respondió a su pedido. Como la visita no se produjo el primer mes, comenzó casi a despreocuparse del tema, cuando una carta de su amigo Pepe le anunció que una comitiva bastante nutrida, donde estaban incluidos sus padres, le visitarían en la última función de la temporada y debía ser una sorpresa, pero él no podía dejar de contarle, ya que el Alcalde lo había dejado fuera del grupo y le pedía que intercediera para que lo llevara a él también. En cambio sí viajarían “todos los parásitos del gobierno municipal”, como le refirió enojado su amigo Pepe.

Lautaro no hizo nada ni se comunicó con nadie y esos días previos estuvo muy preocupado, tal vez fue por eso (o tal vez no) que se subió a la cama elástica donde muchos hacían sus rutinas y se cayó rompiéndose un brazo en dos partes ante los ojos de todos sus compañeros de ensayo.

–¿Qué pasó, querido? –le dijo Rita que fue la primera que vio caer a su amigo y la primera en llegar hasta Lautaro, desparramado en el suelo.

–¡Es un tarambana! ¿Cómo pudiste caerte así? –gritó el Señor Gandía. –¡Ahora tendré que reemplazarte en el show!

El día del último acto apareció la comitiva de Árbol Caído y se encontró con la triste noticia de que el gran artista de su pueblo se había lastimado el brazo y hasta le pusieron una escayola hasta el hombro que tendría que conservar no menos de un mes. La decepción fue general, pero el Alcalde Vega decidió ver igual el espectáculo con las cien personas que llevó entre invitados, colados y padres del famoso artista. No se encontraba ninguno de sus amigos.

–¡Es una desgracia que te haya ocurrido justo hoy esto! –dijo Vega lamentándose; Lautaro sólo lo miraba dolorido y satisfecho. –¡Cosas que pasan!

El espectáculo fue bueno. Todos los presentes vieron a la valiente trapecista Rita, al payaso Tomate y sus acompañantes, al domador de leones y las dos elefantas, pero pusieron la máxima atención, en especial los chicos, en Mister Williams, el gran malabarista que reemplazaba a Lautaro y vieron como arrojaba lanzas de fuego hacia arriba y hacia los costados con gran destreza. Todos coincidieron que no era malo, pero que nunca Mister Williams podría hacerlo como el Gran Lautaro, tal vez, la estrella máxima del circo.



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