El candor del padre Brown by G. K. Chesterton

El candor del padre Brown by G. K. Chesterton

autor:G. K. Chesterton [Chesterton, G. K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1911-01-01T05:00:00+00:00


La forma equívoca

Una de las carreteras que salen por el norte de Londres se prolonga hacia el campo en un remedo de calle, donde la línea se conserva, aunque haya muchos huecos de terreno sin edificar. Aquí aparece un grupo de tiendas que lindan con un solar cercado o una dehesa, y más allá una taberna famosa, y luego —tal vez— un mercado de hortalizas, o el jardín de un hospicio para niños, y después una espaciosa mansión privada, y a continuación vuelve al campo, y luego otra posada, etc. El que pase por esta carretera no dejará de reparar en cierta casa que le llamará la atención, sin que él mismo sepa por qué. Es una casa larga y más bien baja, que corre paralela a la calle, pintada de blanco y verde pálido, con verja y persianas, y pórtico cubierto por una de esas lindas cúpulas que parecen sombrillas de madera, y que suele uno ver en algunas casas anticuadas. Y es que, en efecto, se trata de una casa anticuada, muy inglesa y muy suburbana, en el bueno, en el viejo, en el cómodo sentido de la palabra como corresponde al barrio de Clapbam. Sin embargo, la casa tiene aire de haber sido construida para clima caliente. Aquel color blanco, aquellas persianas, hacen pensar vagamente en turbantes, y hasta en palmeras, despiertan la idea de una procedencia que no acierto a describir. Tal vez la casa ha sido construida por ingleses de la India.

Todo el que pase por allí —he dicho—, sentirá cierta fascinación ante aquella casa, sentirá que aquella casa tiene historia. Y, como vais a ver, no se equivocará al suponerlo. Porque ésta es precisamente la historia: la extraña historia de las cosas sucedidas en esa casa, allá por la Pentecostés, del año mil ochocientos y tantos.

Todo el que pasara por allí el jueves anterior al domingo de Pentecostés, hacia las cuatro y media de la tarde, vería que se abría la puerta de la casa, y el padre Brown, de la iglesia de san Mungo, salía fumando su enorme pipa, acompañado de un gigantesco amigo suyo, un francés llamado Flambeau, que fumaba también, aunque un cigarrillo diminuto. Estos personajes podrán o no tener interés a los ojos del lector, pero lo cierto es que no eran la única cosa interesante que apareció al abrirse la puerta de la verde y blanca mansión. La mansión ésta tenía otras peculiaridades que conviene describir, no sólo para que el lector entienda esta trágica historia, sino también para que entienda qué fue lo que se vio al abrirse la puerta.

La planta de la casa afectaba la forma de una T, pero una T de cruz transversal muy larga y de cola muy corta. La cruz transversal formaba la fachada, con su puerta en el centro; era de dos pisos y contenía las salas y habitaciones más importantes. La cola muy corta, que salía precisamente del lado opuesto a la puerta de entrada, sólo era de un piso, y sólo tenía dos largas salas consecutivas.



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