El Caballero by Jim Butcher

El Caballero by Jim Butcher

autor:Jim Butcher [Butcher, Jim]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Fantasía
publicado: 2011-04-24T05:00:00+00:00


16

Que te sostengan en el aire agarrado por el cuello duele. Creedme, lo sé de buena tinta. Alcé las manos en señal de rendición y dije:

—Billy, déjalo.

Billy se apartó del joven de pelo casi blanco al que había golpeado. Fix lloriqueó y se alejó lo más de prisa que pudo apoyándose sobre las manos y el trasero. Su traje marrón prestado estaba sucio y desgarrado, y la corbata amarilla de poliéster permanecía fija al cuello solo por uno de los automáticos. Apoyó la espalda contra la pared del callejón con los ojos desorbitados bajo aquel pelo blanco y etéreo como el diente de león.

La mirada de Billy se centró en mi atacante, luego en Fix y de nuevo en la mujer que me sostenía por el cuello. Entornó los ojos por un momento y después apretó la mandíbula con expresión decidida.

—¿Harry? ¿Quieres que vaya a por ella?

—Espera un momento —dije con dificultad—. Vale, ya está, ahora suéltame.

Sentí como la presión en mi cuello cedía y cuando por fin toqué el suelo, me coloqué junto a Billy. Después me volví hacia mi asaltante.

Como esperaba, era la joven alta y musculosa de la funeraria. Un mechón de pelo verde poza le caía lacio sobre los ojos y la mejilla. Se cruzó de brazos y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro.

—¿Fix? ¿Estás bien?

El hombre bajo resopló:

—Me ha partido el labio. Pero nada más.

La mujer asintió y me miró de nuevo.

—Muy bien —dije—. ¿Quién coño eres?

—Me llamo Meryl —respondió. Su voz sonó sorprendentemente fina en contraste con su corpulencia—. Quiero disculparme, señor Dresden. Por golpearlo y arrojarlo a un contenedor de basura.

Alcé las cejas.

—¿Estás segura de que no te equivocas de fulano, Meryl? A mí nadie me pide disculpas, nunca.

Se apartó el pelo con la mano, pero le volvió a caer sobre la cara.

—Lo siento. Antes me asusté y actué sin pensar.

Intercambié miradas con Billy.

—Hum, vale. Estoy seguro de que seguirme hasta un callejón oscuro para zurrarme mientras te disculpas no es el sistema habitual de pedir perdón. Pero no me leí el libro ese de Marte y Venus, así que yo qué sé.

Frunció los labios y relajó un poco la postura.

—No sabía dónde buscarlo así que decidí esperarlo cerca de su coche.

—Vale —dije. Aún me palpitaba la zona del cuello por donde me había agarrado. Seguro que al día siguiente tendría unas bonitas marcas. Asentí y me di la vuelta—. Disculpas aceptadas. Bueno, ahora si no os importa, tengo cosas que hacer.

Escuché una nota de pánico en su voz.

—Espere, por favor.

Me detuve y di media vuelta.

—Tengo que hablar con usted. Solo un minuto. —Respiró hondo—. Necesito su ayuda.

Claro que la necesitaba.

—Es muy importante.

Claro que lo era.

Noté que el dolor de cabeza regresaba.

—Oye, Meryl, yo ya estoy muy liado.

—Lo sé —dijo—. Investiga la muerte de Ron. Creo que lo puedo ayudar.

Apreté los labios.

—¿Conocías bien a Reuel?

Asintió.

—Yo, Fix, Ace. Y Lily.

Recordé la foto de Reuel con los cuatro jóvenes.

—¿La chica del pelo verde? ¿La guapa?

—Sí.

—¿Dónde está Ace?

—Se marchó a trabajar después del funeral.



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