El buen padre by Esteban Navarro

El buen padre by Esteban Navarro

autor:Esteban Navarro [Navarro, Esteban]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2011-05-31T16:00:00+00:00


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EL Ministerio del Interior andaba en plena fase de cambios. Aún quedaban tres años para las elecciones, pero el presidente del Gobierno quería que sus ministerios se modernizaran y borraran cualquier estamento improductivo en el que hubiesen vertido críticas cuando estaban en la oposición. Fue una promesa electoral cuando dijo en repetidas ocasiones que terminaría con la corrupción de la Administración. El anterior gabinete perdió las elecciones por falta de transparencia. Varios dirigentes fueron detenidos y mucho mucho dinero se perdió sin que se llegaran a sanear las cuentas. Además estaba el tema de las provincias disconformes con la gestión del Gobierno, las cuales exigían más autonomía financiera. Así que para ser fiel al electorado había que cambiar muchas cosas. Se trataba, en definitiva, de modernizar la Administración. Desde el Senado se confeccionaron una serie de leyes que permitieran dotar de nitidez a todos los asuntos del Gobierno. Los ministros debían presentar sus cuentas donde especificaban las propiedades que tenían y los ahorros. Una Comisión Parlamentaria revisaría esas mismas cuentas cuando abandonaran el Gobierno. El enriquecimiento estaba mal visto por la sociedad y no se podía permitir que un gobernante aprovechara su cargo para lucrarse. El Ejército se profesionalizó, la Agencia Tributaria se volvió más implacable contra la morosidad y la Administración de Justicia inició una impensable remodelación desde arriba.

Así pues, Albert Nebot, como cabeza visible del Ministerio del Interior, quería reestructurarlo y cambiar algunas cosas que no le gustaban e introducir mejoras. Pero todo debía hacerlo comedidamente y no equivocarse en la metamorfosis. Aprovechó una de las habituales reuniones con los mandos de la policía, para inducir la defenestración de Cesario Arteaga, el implacable inspector de servicios. El joven jefe había iniciado una cruzada, en solitario, contra el sistema al intentar averiguar las circunstancias tan extrañas en las que murió un detenido en los calabozos de la Comisaría Centro. Una muerte es una muerte, y para el flamante ministro suponía una mancha en su expediente el que un prisionero se quitara la vida en una comisaría de policía, y aun más cuando no quedaba claro si había sido un asesinato o un suicidio. La prensa se había hecho eco de las extrañas circunstancias de la muerte y ya habían salido sendos artículos acerca de la falta de seguridad en las celdas y de la poca transparencia del Gobierno a la hora de dilucidar la muerte. El ministerio se esforzaba por liquidar el asunto, pues aunque Cesario Arteaga no veía nada claro las circunstancias en las que se produjo la muerte, tampoco aportaba ninguna alternativa que explicase cómo pudo quitarse la vida un hombre solo, sin ayuda. Un cabeza de turco hubiera sido lo ideal para subsanar el tema, pero las órdenes desde arriba eran bien claras: pasar de la cuestión y dar carpetazo. Aun así Cesario Arteaga insistió tanto en esclarecer las causas de la muerte, que por orden directa de Albert Nebot fue destituido y destinado a la Jefatura de Barcelona. Ofertaron la plaza de Cataluña a Cesario



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