El beso del exilio by George Alec Effinger

El beso del exilio by George Alec Effinger

autor:George Alec Effinger
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 84-270-1555-0
publicado: 1991-01-01T05:00:00+00:00


10

Parecía como si hubiera transcurrido un año desde la primera vez que visité el palacio del príncipe. En realidad, no habían pasado más que unas semanas. Sin embargo, algo había cambiado en ese tiempo. Sentía que mi discernimiento era más claro y que me había librado de mis objeciones mentales para pasar a la acción. Estaba por ver si eso sería una ayuda o un obstáculo para mi futuro en la ciudad.

La finca del emir era aún más hermosa a la luz del día que la noche de mi recepción nupcial. El aire era límpido y la brisa fresca y agradable. El borboteo líquido de las fuentes me relajaba mientras caminaba entre los jardines del caíd Mahali. Cuando llegamos a la casa un criado abrió la puerta.

—Tenemos una cita con el emir —dijo Friedlander Bey.

El criado nos estudió minuciosamente, decidió que no éramos ni locos ni asesinos y asintió. Le seguimos por una larga galería que rodeaba un patio interior. Abrió la puerta de una pequeña sala de audiencias, entramos, tomamos asiento y esperamos a que llegara el caíd. Me sentí muy incómodo, como si me hubieran pescado copiando en un examen y estuviera esperando a que llegara el director y me castigara. Pero no me habían pescado copiando; el cargo era asesinar a un oficial de policía. Y la pena no era de unos cuantos azotes, era de muerte.

Decidí que Papa llevara la defensa. Tenía un siglo y medio más de práctica en el claque verbal que yo.

Nos sentamos en un silencio nervioso durante un cuarto de hora. Entonces, con más ruido que ceremonia, entraron el caíd Mahali y otros tres hombres. El caíd estaba muy guapo en su gallebeya y su keffiya blancas y dos de sus asistentes llevaban ternos de estilo europeo de color gris oscuro. El tercer hombre llevaba las túnicas y el turbante negro de un estudioso del noble Corán; sin duda se trataba del visir del caíd Mahali.

El príncipe tomó asiento en una silla hermosamente tallada y se dirigió a nosotros.

—¿Cuál es el problema? —preguntó con calma.

—Oh príncipe —dijo Friedlander Bey, dando un paso al frente—, hemos sido injustamente acusados de asesinar a un oficial de policía, Khalid Maxwell. Luego sin ser sometidos a un juicio público, sin ni siquiera concedernos la oportunidad de replicar a nuestros acusadores y presentar una defensa, hemos sido raptados, en vuestra misma casa, alteza, después de la recepción nupcial que ofreciste a mi nieto. Nos obligaron a subir a una nave suborbital y nos informaron de que ya habíamos sido juzgados. Cuando aterrizamos en Najran, nos llevaron a bordo de un helicóptero y nos lanzaron desde allí al desierto Arábigo, a la parte más meridional y terrible conocida como Rub al—Khali. Hemos tenido la suerte de sobrevivir, y gracias al valor y al sacrificio de mi querido nieto nos mantuvimos con vida hasta que nos rescató una tribu nómada de beduinos, que las bendiciones de Alá sean con ellos. Acabamos de regresar a la ciudad. Suplicamos que estudiéis



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