El arte de la sumisión by Ella Dominguez

El arte de la sumisión by Ella Dominguez

autor:Ella Dominguez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Novela
publicado: 2015-12-01T23:00:00+00:00


Isabel

Puedo sentir a Dylan en mis talones mientras me dirijo hacia la calle para tratar de parar un taxi. Todavía estoy recuperándome de mi desastroso momento de antes. Buen Dios. ¿Puedo por una vez ser grácil? Afortunadamente, Dylan fue rápido y me agarró antes de darme un maldito golpe. Luego recuerdo lo rápido que me agarró y me azotó.

—Isabel, esto es ridículo. Déjame llevarte a casa —dice más enfáticamente mientras yo miro a la calle…

No. Nada de eso. Ya me he humillado lo suficiente los últimos dos días, sólo quiero ir a casa. Estoy haciendo mi mejor intento para ignorarlo cuando de repente me pone de frente a él, sosteniéndome de mis antebrazos. Este hombre no puede tomar una indirecta ni… oh Dios. Siento su dureza entre nosotros y cuando miro hacia abajo, por supuesto, ahí está. Es grande y deliciosa, se presiona dentro de sus pantalones como una salchicha encerrada amenazando con escapar. No puedo apartar mis ojos. ¿De todos modos, por qué tiene una erección? Estoy hundida en deliciosos pensamientos y mirándolo como si fuera un pequeño espectáculo de atracciones cuando me obliga a mirarlo a los ojos.

—En serio necesito que me dejes llevarte a casa y no estoy preguntando.

Puede ser tan mandón y no puedo evitar excitarme por su determinación. Toma la pintura y me lleva de la mano hacia el garaje.

Cuando llegamos a su auto, es uno diferente al que había conducido antes. Porque no estoy sorprendida.

—¿Otro auto? ¿Cuántos tienes? —Le pregunto.

—Sólo tengo cinco. Un par de ellos son clásicos así que de hecho no los conduzco —dice llanamente.

—Dios, ¿sólo cinco? —Digo, rodando mis ojos hacia él y sonriendo.

¿Cuál es el punto de tener dos autos que ni siquiera conduces? La mirada en su rostro es graciosa ya que soy yo la que se está riendo de él para variar.

—La mayoría de las mujeres se impresionan cuando les digo eso —dice a la defensiva y me da una mira de, ¿qué demonios?

—Oh, estoy segura de que lo están —digo suavemente.

Examina mi rostro, luego sacude su cabeza y enciende el auto. Oh, hermano. Este hombre es muy divertido.

Una vez nos marchamos, yo lanzo un vistazo a los alrededores, me doy cuenta que no está llevándome a casa.

—¿A dónde vamos? —Pregunto, tratando de descubrir que tiene bajo la manga.

—Mi casa. Quiero mostrarte algo —dice sin mirarme.

¿Algo bueno o algo malo? La ultima vez quiso mostrarme el club, lo que resultó siendo un poco de las dos cosas, aunque más bueno que malo.

—Pensé que tal vez podría recoger algo para llevar y comer en mi casa.

Que educado de su parte considerando lo misterioso que estaba siendo. Supongo que eso no sería tan malo. Podría ver donde vive y quizás podríamos hablar para variar. Asiento y parece satisfecho. Esta mirando hacia el camino y me pregunto que estará pensando. Sobre el contrato, estoy segura. Solo sé que lo que sea que quiera mostrarme tiene que ver con eso. Quiere que sea su sumisa y todo regresa siempre a ese maldito contrato, ¿verdad? De la nada, me aturde con una extraña pregunta.



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