El último césar by Andrea Frediani

El último césar by Andrea Frediani

autor:Andrea Frediani [Frediani, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-15T00:00:00+00:00


* * *

Minervina no quería creer lo que veían sus ojos. No había presenciado los terribles espectáculos del anfiteatro en la época de las persecuciones de Diocleciano, cuando los cristianos eran devorados por las fieras, pero no podía ser más horripilante que lo que ella estaba viendo. Sintió que un flujo ácido le subía por el pecho y se vio obligada a correr a una esquina y recluirse para vomitar el desayuno que había tomado en el viaje a Sebastia con Arrio.

Se preguntó si había hecho bien en seguir al presbítero en su misión. Tal vez habría hecho mejor en escuchar a Sexto y permanecer junto a sus hijos en lugar de viajar tan lejos de Nicomedia. Sin embargo, una vez liberada, se recordó a sí misma la tarea que se había impuesto: ayudar al cristianismo a alcanzar el estatus de religión lícita que Galerio, y más tarde Constantino y Licinio, le había atribuido a través de sus disposiciones imperiales. En Oriente Licinio violaba sus propias leyes y permitía que sus gobernantes las pisotearan impunemente y ahora acababa de tener la prueba más clara de ello.

Volvió al lado de Arrio, que hablaba con el obispo de la ciudad, más decidida que nunca a apoyar al presbítero en su empeño por llevar la salvación a aquellos desgraciados que sufrían a causa de sus creencias.

—Partimos en cuanto nos enteramos de esta mala historia —decía Arrio, que acudía a cualquier escenario donde pudiera difundir su interpretación de la naturaleza de Cristo—. No pensaba que hubieran llegado tan lejos. Me había quedado en el momento en que el gobernador los había encarcelado. El pobre Melecio, mi buen amigo, me escribió instándome a traer aquí mi consuelo, puesto que muchos de sus camaradas implicados en este asunto aprecian mi visión.

—Sí, al principio parecía que todo acabaría con la detención —explicó el prelado—. La acusación era simplemente que se habían declarado cristianos y no querían sacrificarse en favor del soberano, como en los días de la persecución. En realidad los soldados cristianos se habían limitado a enviar una protesta formal al gobernador para inducirle a respetar las normas imperiales vigentes en materia de tolerancia religiosa. La discriminación de la que eran objeto los soldados cristianos era demasiado grave y continua para ser ignorada. Pero entonces, cuando empezaron a filtrarse noticias de una posible guerra entre los dos emperadores, el gobernador exigió que estos pobres hermanos se pusieran a disposición de sus superiores para estar listos y partir hacia el frente. Y fue el propio Melecio quien dio la cara por ellos y dijo que nunca lucharían contra un emperador como Constantino, que respeta y promueve la fe cristiana, por un emperador que la pisotea. Entonces también fueron acusados de deserción. Y sucedió lo que ves…

Arrio observó el triste espectáculo.

—¿Cuánto tiempo llevan ahí en esas condiciones? —preguntó.

—Desde hace cuatro días. Es increíble que algunos sigan vivos, ¿no?

—No, no es increíble —comentó el presbítero—. La fe en Jesucristo puede darnos energías insospechadas. El Señor está más cerca de nosotros que nunca, ve nuestros sufrimientos y nos da fuerzas para afrontarlos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.