El amor pende de un hilo by Lucy Score

El amor pende de un hilo by Lucy Score

autor:Lucy Score [Score, Lucy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2020-04-23T00:00:00+00:00


* * *

Todavía estaba impactada cuando llegué abajo. Si había algo que me encantaba de ese trabajo era el servicio de chófer. No fue Nelson, sino una conductora la que me abrió la puerta trasera. Y en el asiento de atrás estaba una Dalessandra muy elegante.

—He pensado que estaría bien ir juntas para poder charlar —⁠dijo, dando una palmadita sobre el asiento.

Todo el mundo tiene momentos en la existencia en los que hace una pausa, respira y se pregunta de quién demonios es la vida que está viviendo. Pasearse por Midtown en una limusina sentada al lado de uno de los iconos más influyentes de la industria de la moda, ataviada con un diseño que obviamente habían hecho en exclusiva para ella, era uno de esos momentos.

—Estás guapísima —dijo Dalessandra⁠—. Qué vestidazo.

—¿Yo? Usted sí que va impresionante.

Incluso sentada y bajo la tenue luz interior, tenía un aspecto espectacular. El vestido estaba formado por capas y capas de color plata, gris y crema que parecían plumas de cisne. Unas botas de ante holgadas por las que yo habría vendido un ovario asomaban bajo el dobladillo.

—Ventajas del oficio —dijo, restando importancia al cumplido⁠—. A ver, ¿cómo va todo?

—Bien —mentí. Me empezó a picar el cuello.

—¿Bien? Toda la gente a la que has conocido. Todo el personal con el que has hablado. ¿Están todos bien?

No estaba mentalmente preparada para esa conversación. En absoluto. Para lo que había estado todo el día preparándome era para ver a Dominic fuera del trabajo.

«No tocaré de forma inapropiada a mi jefe esta noche».

«No tocaré de forma inapropiada a mi jefe esta noche».

Llevaba todo el puñetero día repitiendo ese mantra.

Las últimas semanas habían sido una tortura tremenda. Todas las mañanas, cuando él llegaba y pasaba por delante de mi mesa, olía su gel de baño y me transportaba inmediatamente a su casa, a su ducha, a la razón por la que había estado en ella.

Y entonces tenía que recordarme a mí misma por qué apenas le dirigía la palabra.

—¿Y Dominic? —me preguntó Dalessandra, frunciendo sus labios rojísimos.

—¿Qué le pasa? —Disimulé.

Ella me miró con complicidad.

—Estáis muy unidos.

Sacudí la cabeza con tal vehemencia que una horquilla salió disparada y aterrizó sobre mi regazo.

—Para nada.

—Claro que sí —insistió ella—. ¿Está contento? ¿Me odia por lo que le he pedido?

Me aclaré la garganta, con la sensación de estar traicionando a un hombre que, definitivamente, no se había ganado mi lealtad.

—No creo que a nadie le parezca que Dominic está contento. —⁠Me atreví a decir.

—Pero tú ves lo que hay debajo de toda esa fanfarronería —⁠dijo Dalessandra, como si fuera un hecho⁠—. ¿En serio no es feliz? ¿Ha sido demasiado pedir que interviniera para arreglar el desaguisado de su padre?

Me entraron ganas de arañarme el carmín con los dientes, pero decidí que no merecía la pena que Linus me echara la bronca si veía las fotos.

—No sé exactamente qué pasó hace un año —⁠dije con un suspiro⁠—. En realidad parece que nadie lo sabe, salvo usted y Dom. Y puede que, en parte, ese sea el problema.



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