EL ÚLTIMO DÍA DE LA CREACIÓN by YagoP

EL ÚLTIMO DÍA DE LA CREACIÓN by YagoP

autor:YagoP [YagoP]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


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Después de que el helicóptero despegó y se alejó, Steve se metió en la carpa. Jerome se encargó de la segunda guardia y se agachó entre los árboles, donde había encontrado un lugar seco. Un rato después entró a la tienda a buscar algo. Steve se hacía el dormido. Le pareció oír sollozar a su amigo, pero podía haberse equivocado.

Jerome volvió a salir y cerró desde fuera.

Steve se sentía muy cansado, pero no podía dormir. De vez en cuando, cuando un golpe de viento se metía entre las ramas, caían gruesas gotas de lluvia sobre el techo de la tienda, como si se abriese sobre ella una mano llena de ciruelas maduras. Se sentía como si la columna de aire de una chimenea de altura hasta el cielo estuviera sobre su pecho, le pesaba como una montaña de tiempo. Sabía que de forma inalcanzable para él existía una salida hacia fuera, pero no la posibilidad de alcanzarla jamás, que todo lo que amaba y tenía valor para él se encontraba más allá de este corredor inconmensurable que conducía hacia el futuro.

--Jesucristo --gimió mientras el temor y la carga del tiempo le apretaban el pecho. Y entonces se dio cuenta de que toda criatura en la tierra tendría que esperar más de 50.000 siglos por su Salvador.

La pobre criatura, sola en su miedo. Steve daba vueltas y pensaba en el rebaño destinado a morir con el que se habían topado en la zona de aterrizaje; el animal joven, incapaz de vivir con su trompa deforme, temblando como un muñón de pierna quemada.

«Hemos modificado la Tierra con la benevolencia de Dios, la hemos subyugado; a Su imagen» pensó Steve malhumorado. «Y ahora esta imagen viva se ha vuelto eterna como su Creador».

Las emanaciones descienden paralizantes a los océanos, penetran en la Tierra, modifican el gusto del aire; marcas de orientación de millones de años de edad callan, pronto morirán los gusanos en las profundidades, las aves de paso buscarán nuevas rutas en la confusión de calles y pasillos aéreos. Eso se filtra en el tiempo, se filtra penetrando en los sueños de la criatura que se asusta por el olor metálico del miedo, que repentinamente está en todo, le hace olvidar las señales del camino; sombras de humo que oscurecen las estrellas. Una picazón como de cenizas calientes en la piel, luz negra que difunde putrefacción; de repente, temporales en la claridad del mediodía, inesperados, oscurecen el sol como un coágulo y tiñen de forma extraña el clima del bebedero, hasta que el suelo se hunde bajo la pisada tanteadora, los flancos temblorosos dejan de cumplir con su cometido. Steve se doblaba, como si sintiera dolor físico. Se despertó asustado cuando Jerome cogió su tobillo para despertarlo.

La mañana era todo olor a resina y claridad. El cielo estaba brillante y claro, y se doblaba como una vela azul. Águilas volaban en círculos por encima de las cumbres iluminadas por la primera luz solar, sentían los vientos dudosos que comenzaban a moverse. En alguna parte en la cercanía gritó un pájaro.



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