Dulce pasión by Joanne Rock

Dulce pasión by Joanne Rock

autor:Joanne Rock
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2003-12-31T23:00:00+00:00


10

Hugh se despertó al oír un ruido. Escuchó atentamente, para ver si se repetía.

Horas después de que Giselle insistiese en que le mostrara los beneficios sexuales que se podían obtener practicando el tantrismo, se había quedado profundamente dormida, mientras él miraba el techo. No sabía cómo justificar hacerle el amor a una mujer que le había advertido que necesitaba más de lo que él estaba dispuesto a ofrecer. Tras darle vueltas y más vueltas, se había quedado medio dormido, hasta que algo lo hizo incorporarse de golpe en la cama.

Tenía el sueño ligero, como si sus oídos estuvieran siempre alerta por si surgía material para una posible historia. Además, casi nunca se acostaba antes del amanecer y el reloj de la mesilla de Giselle marcaba las cinco de la mañana.

Se bajó de la cama con cuidado, para no despertar a Giselle, lamentando dejar el calor de su cuerpo y los largos y sedosos rizos que habían tapado su pecho. Se puso los pantalones cortos y abrió la puerta.

La luz del pasillo penetró en la habitación. Se preguntó si habían dejado alguna lámpara encendida. No tuvo tiempo de recordarlo, pues al salir al pasillo chocó con algo parecido a una locomotora.

Tuvo la vaga impresión de que un tipo enorme le clavaba un hombro en el estómago y lo derrumbaba. No recordaba haberse quedado sin aire desde que se cayó de un columpio, cuando era niño; pero sin duda sintió cómo todo el aire de sus pulmones escapaba de golpe. Parpadeando, se esforzó por recuperarse antes de que el psicópata moreno y rabioso atacase a Giselle.

Sabía que sus opciones eran limitadas, pues el intruso parecía tener la fuerza de diez hombres. Lo tenía clavado contra el suelo mientras soltaba una ristra de palabrotas que habrían conseguido que la madre de Hugh le lavara la boca con jabón durante una semana. El tipo era un lunático.

Hugh conservó las fuerzas hasta que el salvaje lo miró con aire de victoria en sus ojos marrones. Aprovechó la oportunidad para darle un cabezazo impresionante.

Por desgracia, justo antes de que las cabezas chocasen, Hugh reconoció el rostro. El intruso psicópata tenía la misma nariz rota que el tipo sonriente que aparecía en el póster de la liga nacional de hockey que adornaba el pasillo de los Cesare.

Preguntándose qué diablos significaba eso, salió de debajo del gigante que se agarraba la cabeza gritando de dolor e intentó fijar la vista en la fotografía del jugador de hockey, rodeada de retratos familiares de los Cesare. El atleta llevaba una sudadera de los Florida Panthers y sonreía apoyado en el palo. Hugh no tuvo que leer el nombre para comprender qué cabeza acababa de golpear. Nico Cesare, el número diecinueve, había sido un portero estrella hasta que una rotura de ligamentos interrumpió su carrera.

Ni en un millón de años habría conectado los apellidos. El enfurecido hermano de Giselle era una estrella del hockey. Demonios. Miró a Nico justo cuando éste empezaba a ponerse en pie. Si acaso, la mueca de su rostro parecía aún más amenazadora, casi echaba humo por las orejas.



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