Dourado by David Wood

Dourado by David Wood

autor:David Wood
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2017-09-08T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 16

El cuchillo golpeó el centro del tiro al blanco, la punta de la hoja perforó la madera blanda y se enterró unos siete centímetros en el blanco. Stefan esbozó una sonrisa perversa. Nunca perdía. Sacó la hoja con un hábil tirón y lo levantó al sol de la tarde, admirando la forma en que la luz del sol se reflejaba en el borde de la hoja. Era un cuchillo KA-BAR, del tipo que utilizaban los soldados de la marina de los Estados Unidos. El peso y la sensación de tenerlo en la mano eran perfectos.

Flexionó los bíceps y pasó la punta del cuchillo por el músculo dibujándose un delgado hilo de sangre. Ya no sentía dolor y el corte le recordaba matar. Le encantaba matar con un cuchillo: era tan... personal.

Envainó el cuchillo y volvió al entrenamiento. Apoyó las manos en el suelo, hizo la vertical, apoyó los talones contra el poste del que había sacado el cuchillo y comenzó a hacer su serie de flexiones invertidas. Cien repeticiones y luego el tiempo de trote.

Estaba contando en el noventaisiete cuando vibró el teléfono. No había necesidad de revisar quién estaba llamando. Ya lo sabía. Ignoró el teléfono hasta que hubo terminado los ejercicios, luego esperó la siguiente llamada, la que esperaba sucedería dentro de poco. No estaba desilusionado. El teléfono volvió a sonar casi de forma inmediata y contestó en el primer timbre.

—He estado esperando tu llamada —dijo.

—Stefan, se te necesita.

La voz en el otro extremo intentó poner voz de mando, pero Stefan podía leer las inflexiones vocales y el hombre estaba agitado. Eso lo complacía.

—Ángelo ha fallado como te dije que lo haría. —Habían sido unos tontos al confiar una misión tan importante a ese bufón. Ángelo era bueno para intimidar sacerdotes y descarriados y para abrir la puerta de sus superiores. Nada más.

En el otro lado de la línea hubo una larga pausa. El hombre del otro extremo de la línea ya había perdido cualquier ventaja que hubiera pensado que tenía. Necesitaban a Stefan, pero él no los necesitaba.

—La operación no tuvo éxito.

—Es obvio, sino no me estaría llamando —dijo Stefan.

—Nosotros... le debimos haber encargado esto a usted desde el principio. Ahora lo necesitamos. Dios lo necesita.

Ese reconocimiento era todo lo que Stefan necesitaba. Era suficiente.

—Deme los detalles de la operación.

Escuchó lo que el que lo llamaba le decía, haciendo preguntas directas de vez en cuando. No escribió nada, ya que recordaría todo. Estaba a punto de colgar cuando la persona que llamaba de verdad lo sorprendió.

—¿Afirman que encontraron qué? —preguntó Stefan con la cabeza que le hervía por la sorpresa. Apretó los dientes y dejó que la sorpresa pasara—. Esto no puede ser. Es herejía. Definitivamente debió haberme llamado primero.

Cerró el teléfono y lo puso en su lugar sobre el antiguo escritorio de tapa corrediza. Se sentó en el piso de roble con las piernas cruzadas y las manos en el regazo. Poco a poco disminuyó la velocidad de la respiración e indujo a su corazón a latir más lento.



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