Donde todo es posible by W. Ama

Donde todo es posible by W. Ama

autor:W. Ama [Ama, W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00


Capítulo 13

Una foto bajo el agua

—Pasad, pasad —dijo Amparo mientras terminaba de atarse el cinturón de la bata.

—¡Muchas gracias! —dijeron a la vez Clara, Irene y Alicia.

—¡Qué madrugadoras! —Amparo levantó una ceja—. No me puedo creer que solo sean las ocho. —La mujer le dio unos golpecitos a la esfera de su reloj, pensando que se había estropeado.

La madre de Noa estaba un poco sorprendida de tener visita a esas horas. Según ella misma decía, a las ocho de la mañana de un domingo solo se podía estar durmiendo.

—¡Buenos días, chicas! —Miguel salió de su despacho.

El padre de Noa justo había terminado de poner orden en los papeles de la investigación de las Islas de Mip. Conforme pasaban los meses eran más y más los datos que iba recopilando.

Aunque Miguel ya llevaba un rato despierto, no había oído el timbre. Cuando se metía en su despacho, se ponía los cascos con la música a todo volumen, y al final había tenido que ser Amparo la que bajara a abrir.

—Esos cascos. —Amparo señaló a ambos lados de las orejas.

—¿Qué pasa con los cascos? —Miguel tocó los auriculares que llevaba colgando del cuello.

—Pues que no oyes el timbre y al final he tenido que salir yo de la cama para —Amparo bostezó— abrirles la puerta a estas chicas tan majas y tan madrugadoras…

—¡Buenos días! —saludó Clara desde el recibidor—. Sí, hoy nos hemos propuesto madrugar. Queremos acabar el trabajo de Geografía y después ver si nos da tiempo de dedicarnos a otras cosas.

Al decir «otras cosas», a la mente de Clara acudieron senderos ocultos, inventores de mapas y animales con espejos, pero enseguida movió la cabeza hacia los lados como tratando de volver a la realidad.

—¡Hola, chicas! —Noa apareció trotando por la escalera.

Alicia, Irene y Clara saludaron a Noa y se quitaron las cazadoras.

—Os las dejo en mi despacho —Miguel fue recogiendo las prendas—, ¿de acuerdo?

—Vale, muchas gracias. Pero tengo que coger algo. —Alicia sacó una libreta del bolsillo y le entregó la cazadora a Miguel.

—Subamos a mi habitación para hacer el trabajo —propuso Noa a sus amigas—. Allí tendremos sitio de sobra para extender el mural en el suelo.

Las amigas se dirigieron hacia la escalera.

—Pero, chicas, qué prisas, ¿no queréis tomar nada antes? Unas galletas, un vaso de leche… —Amparo pensó que era tan temprano que ella ni siquiera había desayunado—. Yo es que hasta que no me tomo mi café, no soy persona.

—No, muchas gracias —dijo Irene muy educadamente—. Ya hemos desayunado en casa.

—Pues yo otro cafecito sí me tomaría, sí —se apuntó Miguel—. Venga, yo lo preparo. Usaré la cafetera nueva, porque con la vieja salen unos cafés aguados, que parecen agua sucia más que otra cosa…

—Ah, por cierto. —Al pie de la escalera, Noa se giró para dirigirse ahora a su padre.

Al oír lo de «agua sucia», había recordado que tenían que preguntarle sobre la contaminación de las aguas del mar.

—Dime, cariño, ¿hay algo que necesitéis? —Miguel prestó atención.

—Oh, no, no, de momento tenemos todo el material. Usaremos varias cartulinas pegadas para hacer el mural —aclaró Noa—.



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