Divina maldad by Victoria Vílchez

Divina maldad by Victoria Vílchez

autor:Victoria Vílchez [Vílchez, Victoria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-11-25T00:00:00+00:00


Caída

La luz de la luna se colaba a través del ventanal sin cortinas e iluminaba el cuerpo de Alissa lo suficiente para que Eligos pudiera contemplar con detalle la dulce expresión de su rostro. La había trasladado hasta su casa y depositado con cuidado sobre una cama. Había permanecido en la habitación sin separarse de ella en ningún momento. Se engañaba pensando que debía vigilarla, pero en realidad quería disfrutar observándola sin sentirse obligado a enfrentar las intensas miradas que el ángel le dedicaba.

La maldad que corría por sus venas y la oscuridad que se arremolinaba en su atrofiado corazón no eran lo suficientemente intensas para vencer la atracción que palpitaba en su interior. Alissa era un ángel y él un demonio; deberían sentir un rechazo profundo y un enconado odio el uno por el otro. Sin embargo, Eligos podía percibir un extraño sentimiento abriéndose paso a través de su carne. Era consciente de que su alma, abocada a permanecer en la más absoluta de las tinieblas, se removía inquieta ante la sola presencia del ángel, pero no era solo repulsión lo que despertaba en él.

Alissa permaneció inmóvil, simulando que continuaba desmayada, a pesar de saber que el demonio la estaba observando fijamente. Al recuperar la conciencia había percibido su presencia de inmediato, y se preguntó en qué clase de ángel se estaba convirtiendo.

«Uno al que no le importaría que esos carnosos labios la besaran», se sorprendió pensando.

La irracional idea caló en su mente de tal modo que comenzó a imaginarse cómo sería besar a un demonio. Su respiración se tornó irregular sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

—Te queda mucho que aprender para engañarme —afirmó Eligos con sorna.

Alissa se incorporó para mirarlo, fastidiada por el tono de burla de su voz. Los ojos del demonio captaron toda su atención, como si algo en ellos pudiera tirar de su propia alma y arrastrarla a su interior. Eligos se puso tenso y resopló, atraído a su vez por la limpia mirada de la que debería ser su enemiga.

—No pretendo engañarte —murmuró Alissa.

Se levantó con elegancia de la cama, dejando que la manta que la cubría resbalara y cayera al suelo. Sus pausados movimientos resultaban tan armoniosos que casi parecía que estuviera bailando mientras se acercaba a él.

Eligos inspiró profundamente y el olor de ella le llenó la garganta. Alissa se permitió entonces imaginar las manos de él deslizarse por su espalda. Solo unos centímetros los separaban y ambos luchaban contra el impulso de atacar sin piedad al otro, tal y como su instinto los empujaba a hacer, y, al mismo tiempo, trataban de refrenar la aún más imperiosa necesidad de besarse.

Solo tres segundos más tarde, y sin mediar palabra alguna, todo estalló a su alrededor. La luz y la oscuridad que ambos portaban consigo se entremezclaron, proyectando la forma de dos cuerpos que se fundían para descubrir un tipo de sensación que jamás antes habían experimentado. La bombilla del techo explotó y lanzó pequeñas esquirlas en todas direcciones, mientras que un huracán en miniatura parecía haber irrumpido en la habitación.



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