Discursos a la nación alemana by Johann Gottlieb Fichte

Discursos a la nación alemana by Johann Gottlieb Fichte

autor:Johann Gottlieb Fichte [Fichte, Johann Gottlieb]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1808-01-01T00:00:00+00:00


DISCURSO OCTAVO

QUÉ ES UN PUEBLO EN EL SENTIDO SUPERIOR DE LA PALABRA Y QUÉ ES AMOR A LA PATRIA

Los cuatro últimos discursos han contestado a la siguiente formulación: ¿qué es el alemán en contraposición a otros pueblos de origen germánico? La prueba que ha de aportarse con todo esto al conjunto de nuestro análisis, se completa analizando la siguiente cuestión: ¿qué es un pueblo?, cuestión esta última que es igual a otra y que al mismo tiempo contesta a esta otra pregunta repetidas veces planteada y contestada de muy diversas maneras; se trata de la pregunta: ¿qué es amor a la patria?, o si nos expresamos con mayor exactitud: ¿qué es amor del individuo a su nación?

Si hasta ahora, a lo largo de nuestro análisis, hemos procedido de modo adecuado, de ello tiene que inferirse que sólo el alemán —el hombre originario y no muerto en un estatuto arbitrario— tiene verdaderamente un pueblo y tiene derecho a contar con un pueblo, y que sólo él es capaz del amor verdadero y racional a su nación.

Nos abrimos el camino a la solución del problema planteado, haciendo la siguiente observación que parece salirse en principio del contexto de todo lo dicho hasta ahora.

La religión, como ya señalamos en nuestro tercer discurso, puede elevarnos por encima de todo tiempo y de toda vida presente y material, sin que por ello se haga el menor daño a la justicia, a la moralidad o a la santidad de la vida presa de esta creencia. Puede que uno esté convencido con plena seguridad de que toda nuestra actividad afectiva en esta tierra no va a dejar tras de sí la más pequeña huella ni va a producir el más mínimo fruto, de que lo divino va a ser incluso tergiversado y utilizado como instrumento del mal y de una corrupción ética aún más profunda; sin embargo, se puede continuar con esta actividad, simplemente para mantener la vida divina que irrumpió en nosotros y en relación con un orden superior de cosas en un mundo futuro, en el que no se pierde nada de lo que ocurre en Dios. Así, por ejemplo, los apóstoles y en general los primeros cristianos, por su fe en el cielo, ya en vida, vivían desprendidos por completo de la tierra y todos sus asuntos, abandonaron el estado, patria terrenal y nación, hasta el pumo de que ni siquiera los consideraban dignos de ser tenidos ya en cuenta. Aunque sea posible, tan fácil y tan agradable tener que entregarse a la fe cuando es voluntad inquebrantable de Dios, que no tengamos más patria terrena y que seamos parias y esclavos, sin embargo, esto no es el estado natural ni la norma en que se desenvuelve el mundo, sino una rara excepción; es también un uso muy tergiversado de la religión que, entre otros, hizo muy a menudo el Cristianismo, el que ésta, ya desde el principio y sin considerar las circunstancias del momento, intentase recomendar, como auténtico credo religioso, el retraimiento de los asuntos del Estado y de la nación.



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