Destello (La prisionera de oro 2) by Raven Kennedy

Destello (La prisionera de oro 2) by Raven Kennedy

autor:Raven Kennedy [Kennedy, Raven]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción
ISBN: 9788419449467
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2022-11-15T00:00:00+00:00


24 Auren

El comandante dibuja un círculo a mi alrededor, como un depredador rodea a su presa.

La púa que tiene entre las escápulas sobresale de tal manera que parece la aleta de un tiburón emergiendo entre las olas del océano.

Osrik, Judd y Lu se han puesto en guardia, dispuestos a enfrentarse en un combate a tres. Ahí no hay alianzas que valgan, cada uno lucha su guerra. A juzgar por las lindezas que vociferan, los insultos que se dedican y las provocaciones que se lanzan, esas batallas cuerpo a cuerpo parecen ser su pasatiempo favorito.

Sin embargo, no puedo prestarles toda la atención que me gustaría porque no me atrevo a despegar la mirada del tipo que me ha desafiado a un duelo y que, en este preciso instante, me está hostigando.

La hoguera está a mi izquierda; las llamas cubren el suelo nevado con un manto color azafrán e iluminan ese páramo glacial con un resplandor anaranjado, intenso y ardiente.

—Todavía pareces asustada —dice Rip, y se detiene justo delante de mí.

—Sería una estúpida si no lo estuviese.

Me da lo mismo que no degüelle a sus enemigos. Sigue siendo un asesino. Es capaz de aniquilar y masacrar a un ejército, de arrasar ciudades y de derrocar reinos. Su cuerpo es la viva imagen de la brutalidad, de la fuerza más inhumana. Casi puedo reconocer el vibrato de la violencia resonando en sus venas.

—Tienes razón —murmura, y se desabrocha el entallado abrigo de cuero y lo deja caer al suelo. Se me acelera el corazón.

Me repasa de arriba abajo con la mirada, seguramente para ponerme aún más nerviosa.

—¿No quieres quitarte todas esas plumas, Jilguero?

Me ajusto el abrigo que le robé al capitán pirata alrededor del cuerpo.

—No, gracias.

Retuerce los labios y, con una lentitud propia de un caracol, va desatándose las tiras de cuero negro que le sujetan el jubón. Las púas que le recubren los antebrazos y la espalda se retraen bajo su piel y un segundo después se desliza esa vestidura de cuero por encima de la cabeza y la arroja sobre el abrigo.

El comandante no me quita ojo de encima, tampoco cuando se deshace de la túnica de algodón negro. Ahí está, a apenas un metro de distancia, con el torso totalmente desnudo. Y entonces el tiempo se detiene, como si los granitos de tierra de un reloj de arena se hubiesen quedado suspendidos en el interior del cristal.

Al verle así, con el pecho al descubierto, me estremezco. Rip es un hombre que intimida, desde luego. Pero también es atractivo. Tiene una especie de magnetismo que te hipnotiza y una belleza mística que te cautiva.

De repente, comprendo a los insectos que revolotean alrededor de plantas carnívoras por voluntad propia. La atracción es tan fuerte y la fascinación tan inmensa que te olvidas del peligro que esconde hasta que ya estás atrapada y no tienes escapatoria.

¿Cómo puede ser que él sea quien esté medio desnudo y sin embargo sea yo la que se siente vulnerable?

¿El lado bueno? Al menos las vistas son estupendas.

Aunque trate de controlarme, se me van los ojos y no puedo evitar fijarme en cada centímetro de su torso.



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