Después de la muerte by Burton Hare

Después de la muerte by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1976-08-09T22:00:00+00:00


CAPITULO VII

—TENEMOS un nombre, Savage: Lawrence Heller.

—¿Quién es ese individuo?

Su jefe se recostó en el sillón y encendió un cigarrillo.

—Un cirujano. Un neurocirujano, para ser exactos. O, por lo menos, lo fue mientras ejerció.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Bueno, no le abrumaré con los detalles ni la larga lista de nombres que hemos reunido. Después de un exhaustivo trabajo de eliminación, sólo ha quedado ese Lawrence Heller. Fue expulsado de la profesión médica y declarado oficialmente loco. Vivió dos años encerrada en una institución mental y luego desapareció. Tal vez haya muerto...

—¿Por qué sólo ha quedado ese nombre, señor?

—Porque teniendo en cuenta lo que usted me contó, me ha parecido el único que podría haber intentado una salvajada tan incalificable... El sostenía la teoría de que la mente humana no muere con el cuerpo. Se le sorprendió con macabras intervenciones en cerebros de pacientes recién fallecidos en el hospital donde ejercía, sin tener permiso ni estar autorizado.

—Comprendo.

—Se armó un buen escándalo por aquellos años, aunque hubo interés en echar tierra al asunto por lo que las salpicaduras podían desacreditar a la profesión médica.

—Claro. ¿Qué es lo último que se sabe de ese hombre?

—Nada.

—Eso no es muy alentador...

—Lo último que hemos podido averiguar es que abandonó la institución mental y nunca más nadie volvió a verle ni a oír su nombre, por lo menos en los círculos médicos del país.

—¿Tenía medios de fortuna propios?

—Al parecer, sí.

—¿Dónde?

—Ya hemos investigado también esta faceta. De haber dispuesto de su fortuna a través de algún Banco hubiera sido fácil seguirle la pista. Pero si disponía de dinero, lo llevó consigo cuando abandonó el manicomio.

—Lawrence Heller... —murmuró Savage—. Una aguja en un pajar, sobre todo si es nuestro hombre, porque en este caso tendrá sumo interés en permanecer oculto.

—¿Piensa usted iniciar su búsqueda, Savage?

—En cuanto salga de aquí.

—¿Sabe el riesgo que va a plantear a la organización?

—Lo sé.

—Ya veo.

Savage se levantó.

—¿Existen fotografías de Heller?

—Debe haber alguna en los periódicos de la época, o en el sanatorio... Y, por descontado, en la Asociación de Médicos.

—La conseguiré. Y tal vez haga las cosas de modo que sea él quien me busque a mí. Salió apresuradamente, con un arriesgado proyecto danzando en su mente.

Un proyecto que haría saltar hasta el techo al capitán Page y a cuantos policías estaban trabajando en el caso.

Una hora más tarde disponía de una fotografía del doctor Heller. La fotografía databa de unos diez años atrás, y mostraba a un hombre de ojos saltones y desorbitados, frente ancha y despejada y cabellos revueltos en los que ya entonces brillaban algunas canas.

Con la fotografía en su poder, y su complicada idea danzando sin cesar en su cerebro, Savage desperdició más de dos horas para localizar a Frankie Marvin.

Finalmente, lo encontró en un tugurio de mala fama interrogando a cierto indeseable, con una botella vacía entre los dos y espesos vapores de alcohol enturbiando el ambiente.

—Tengo algo grande para ti, Frankie —le espetó Savage, obligándole a abandonar aquella mesa—. Algo como no has soñado nunca.

—Déjame terminar con es tipo, Donald.



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