Despiértame con un beso by Clara Álbori

Despiértame con un beso by Clara Álbori

autor:Clara Álbori
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2015-06-07T23:00:00+00:00


19

Un calor abrasador despertó a Ada de su sueño. Cuando el aire acondicionado se apagaba, cada mañana muy temprano comenzaba a hacer bochorno en esa minúscula habitación. Destapándose por completo, intentó volver a dormir pero no había manera. Cogiendo su móvil, pulsó la tecla central y comprobó que eran las ocho y diez de la mañana. Como era de esperar, la cama de Nerea estaba sin deshacer. Resopló. Se alegraba de que hubieran aclarado el incidente, pero seguía pensando lo mismo. Esa relación no tenía futuro, aunque admitía que cada vez que los veía juntos una punzada de celos la atravesaba. Creía en el amor, pero ella misma tenía miedo de él, por eso aquella noche en la que Sergio le confesó que estaba enamorado de ella se bloqueó y huyó. ¿Qué más podía hacer? Él se quedaría aquí y ella se marcharía. Pero fue una cobarde. Ni siquiera le había dado una explicación. Directamente, no podía hablarle.

Se arrastró por la cama hasta que tocó el suelo y logró levantarse. En el baño, disfrutó de una ducha rápida y se dispuso a bajar a desayunar, pero recordó que Laila y Elena habían salido la noche anterior y ese día se quedarían en la habitación. Corrió las cortinas y llenó sus fosas nasales del agradable aroma que desprendía el mar. Iría a correr por la orilla. Total, no tenía nada mejor que hacer. Se puso el biquini, un pantalón corto de deporte y una camiseta de tirantes. De su neceser, cogió una goma de pelo y se recogió sus rizos rojos como el fuego en una coleta alta.

Bajó las escaleras con energía y decidió desayunar más de lo normal. Correría durante un buen rato y necesitaría fuerzas. A esas horas, el restaurante estaba prácticamente vacío por lo que cogió un buen desayuno y ocupó una de las mesas al lado de la ventana para comer contemplando el mar. Cogió el cuchillo para untar las tostadas pero se había olvidado de coger la mantequilla y la mermelada. Dio un nuevo sorbo a su café y se levantó para coger lo que quería.

—Buenos días –dijo una voz grave a su lado.

—Buenos días –resopló.

—¿Desayunando?

—Sí –contestó tajante.

—¿Tú sola?

—Yo sola.

Hugo en un intento por ver qué tenía la amiga pelirroja de Nerea en contra de él, se acercó a ella para entablar una conversación amistosa, pero Ada ni siquiera le había dirigido una mirada mientras decidía qué mermelada coger.

—¿Sabes decir más de dos palabras seguidas?

Ada lo taladró con la mirada.

—Sí, sólo te estaba mostrando de forma sutil que quiero que te vayas a la mierda y me dejes en paz.

Hugo se pasó la mano por la cara para borrar una sonrisa. Su princesita se parecía mucho a esa pelirroja. Como decía su padre: «Dios las cría y ellas se juntan». ¡Menudo carácter!

—Vale, iré al grano. ¿Se puede saber que tienes contra mí?

—¿Yo? Nada –dijo poniendo gesto despreocupado y cogiendo dos paquetitos de mermelada de melocotón–. Básicamente, que eres tío, tienes polla y todo ese conjunto ya indica que eres gilipollas.



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