Deseos inconfesables by Christine Rimmer

Deseos inconfesables by Christine Rimmer

autor:Christine Rimmer
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2013-03-31T22:00:00+00:00


Capítulo 8

Aquella noche, Rhia cenó sola en la terraza. Contemplando la bahía intentó ignorar la irritante inquietud que sentía al no saber qué haría Marcus.

Había pasado más de una semana, once días, desde que le había anunciado lo del embarazo. Y en todo ese tiempo no había sabido nada de él, y empezaba a creer que había desistido, que por fin había aceptado su negativa a casarse con él. ¿Debería alegrarse?

Sin embargo, la idea de que él se hubiera rendido, le provocaba tristeza y desesperación.

—Señora.

—¿Sí, Yvonne? —Rhia se volvió sonriente hacia la sirvienta y descubrió a su madre.

—Su Alteza Soberana, señora.

—Madre. —Rhia se levantó y se acercó a la mujer más mayor.

—Cariño —la soberana extendió los brazos.

—¡Qué sorpresa! —Rhia agradeció el fuerte abrazo, el sutil aroma del perfume de su madre.

—Quería hablar contigo. —Adrienne se mostraba extrañamente dubitativa.

Algo pasaba. Rhia le hizo un gesto a Yvonne que abandonó la estancia.

Las dos mujeres se sentaron en el sofá y todas las alarmas saltaron en la cabeza de Rhia.

—¿Qué pasa?

—Marcus Desmarais vino a verme hoy.

—Él jamás haría tal cosa. —Rhia dio un respingo.

—Lo hizo —su madre asintió.

Rhia se levantó y se acercó al ventanal de la terraza, sin apenas ver la bonita vista.

—Me anunció que estás embarazada de su hijo.

—Por todos los santos…

—Está empeñado en casarse contigo.

Rhia sentía ganas de arrojar algo contra el suelo. También tenía muchas ganas de devolver, pero no haría ninguna de las dos cosas. Se negaba. Tragó con dificultad y respiró hondo.

—Pues eso es algo que no va a suceder. Se lo dejé bien claro.

—Rhia, mírame —su madre habló con dulzura.

Rhia se volvió y encontró los ojos expectantes de su madre. Había mucho amor en esa mirada. Y sabiduría. Y sincera comprensión. Un nudo se formó en la garganta de Rhia y los ojos se le inundaron de lágrimas.

—Supongo que ya lo habrás hablado con papá.

—Sí. Te queremos. Te respetamos. Apoyamos tus decisiones.

—Nunca funcionaría entre Marcus y yo.

—Entiendo que procedéis de mundos diferentes. —Adrienne alzó las manos.

—Hablas igual que él —se bufó Rhia—. Eso no me importa. No me refería a eso.

La soberana inclinó la cabeza y su hija reconoció el gesto. Estaba reflexionando, encajando las piezas. A veces sospechaba que su madre podía leer la mente.

—Recuerdo que hace unos años hubo alguien. Alguien muy especial. Jamás quisiste pronunciar su nombre. Sucedió mientras estabas en UCLA ¿verdad? ¿No estaba Marcus allí también en esa época?

¿Sabía su madre lo de aquella aventura o simplemente lo había deducido?

—No quiero hablar del pasado —aquello se había terminado—. De verdad que no quiero.

—Querida, sólo me refiero a que, desde entonces, has estado prometida en dos ocasiones y no fuiste capaz de llegar hasta la boda en ninguna de las dos.

—¿Y crees que no lo sé? Deberías contárselo.

—Sólo digo que no le rechaces por las buenas. No hace falta que te decidas aún. Podrías… darle a él, a ti, una oportunidad para descubrir si podríais tener un futuro juntos.

—Por favor, no me hagas explicártelo todo otra vez. —Rhia empezaba a sufrir un punzante dolor de cabeza y su estómago amenazaba con rebelarse—.



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