Deseo un millonario by Corín Tellado

Deseo un millonario by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1958-12-31T16:00:00+00:00


VII

–Pero, niña, ¿qué diablos te pasa?

Ida dejó de pasear el saloncito y se tendió cuan larga era en un diván forrado de un terciopelo rojo ya desvaído. Miró a lo alto y puso las manos cruzadas bajo la nuca. Ray Briem se la quedó mirando inquisitivo.

—¿Puedo saber qué te ocurre?

—Nada.

—Pues te ocurre algo. No sé quién me dijo que salías con un señorón.

Ida no se movió.

—¿Es cierto eso, Ida? Ya sabes que no me gusta que mi hija sirva de juguete a un hombre rico. Ese hombre se llama Law Lawford y es socio del señor Fleming. Tiene mucho dinero y cincuenta años… ¿Qué locura estás haciendo?

Ida se sentó y apretó las manos nerviosas entre las rodillas.

—No estoy haciendo locuras, papá. Dije que me casaría con un millonario y… ya lo tengo dispuesto para cuando yo quiera. El día menos pensado viene a pedir mi mano y… hala, a casarse.

Ray Briem movió la cabeza dubitativo, si bien tardó algunos momentos en responder.

—Por lo visto —dijo al fin—, vas camino de salir con la tuya. Pero te olvidas de una cosa muy importante. Cuando pasen diez años, y en una vida diez años no son nada, tú tendrás veintiocho y él sesenta… No es un panorama muy halagador, aún teniendo dinero. ¿Acaso significa mucho el dinero en la felicidad de dos seres?

—A mi entender lo significa todo. Estoy harta de pasear modelos que otras lucirán. Quiero elegir a mi gusto esos modelos y que las chicas me los pasen una y otra vez por delante. Quiero ir a la casa de modas en un «Rolls» escandaloso y vestir visón en invierno y tener una finca de recreo para el verano…

Ray Briem no se impacientó ni se lanzó en sermones con voz tonante. Ray conocía bien a su hija y estaba harto de oírle decir las mismas cosas desde que tuvo dieciséis años y supo lo que era una hora de trabajo. Pero era muy joven su querida Ida. Pensaba y sentía como una chiquilla. Cuando pasaran unos años… Pero teman que pasar esos años, y la edad de Ida era peligrosa, y sus deseos de grandeza igual la conducían a cometer una locura.

—Mira, Ida —observó pausadamente—, todo eso está bien que lo ambicione una mujer, pero unirse a un hombre de cincuenta años, teniendo dieciocho, no es normal. Ni es un camino halagador para tu juventud ir hacia la riqueza por ese medio. Yo no me voy a oponer, pero supongo que podré darte un consejo. Si él fuera joven…, pero, hija mía, es un carcamal. Dentro de muy poco tendrá presión arterial, no podrás dormir porque él se agitará dominado por el asma. Sufrirá ataques de histerismo, te hará sufrir a ti por los celos… Verá en cada hombre joven un enemigo.

—Tonterías, papá.

—Y echarás de menos el amor —añadió inflexible el señor Briem—. El amor, Ida, es algo muy importante para la vida de una joven como tú. A decir verdad, yo creí que cierto joven, con el cual te vi dos o tres veces…

Ida saltó, súbitamente enfurecida.



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